Fin de la desescalada

La nueva normalidad sigue sin compensar a muchos negocios

Santiago mantiene cerrados sus parques al no poder garantizar las medidas de higiene

Familia tomando un helado en el parque de la Alameda, en Santiago MIGUEL MUÑIZ

Elena Carrera

Galicia estrenó ayer nueva normalidad, poniendo punto y final a tres meses de confinamiento bajo la atenta mirada de toda España al ser la primera comunidad que logra culminar la desescalada. Pero esta normalidad tiene poco de habitual, y los avances que trae este fin del estado de alarma se acogen con mucha precaución.

A pesar de que el alcalde de Santiago declaró ayer no tener la intención de abrir parques infantiles hasta julio, hubo quien ya hizo uso de las instalaciones municipales durante la pasada mañana. «Bajamos ahora porque hay pocos niños» afirmó una usuaria. La decisión de mantener los parques cerrados responde a la preocupación del ayuntamiento de no poder garantizar las medidas de higiene en las 82 zonas de ocio infantil que se contabilizan en la ciudad. « Es mejor caminar despacio que correr mucho » señaló Xosé Sánchez Bugallo.

Los negocios gallegos se enfrentan a unos ritmos de trabajo incomparables con épocas pasadas. «Por el momento no hay reservas» declaró José Antonio Liñares, responsable del negocio familiar Hotel-Terraza Costa Vella, localizado en plena ciudad vieja santiaguesa. Hay temor por lo que se anuncia como un verano sin turismo internacional, una condena tanto para su establecimiento como para tantos otros en su situación. « Siendo franco, tenemos la mitad de volumen de negocio que antes; hay días que ganamos y otros que perdemos», comenta el dueño del local; alcanzar el antiguo nivel de beneficios con nuevas reglas de juego es mucho más difícil.

Un ambiente similar se respira en Café Galeras, un bar localizado en el barrio de mismo nombre en la capital gallega. Su responsable, Sandra Míguez, es rotunda: la nueva normalidad no ha traído cambios en su negocio. « La distancia de metro y medio no nos deja subir del 40% de aforo en el interior» nos explicó, aunque se mostró estricta con el respeto a las medidas de seguridad, al contrario que muchos de sus clientes. Según sus propias palabras, el incumplimiento de las normas es cada vez más habitual. «Parece que muchos piensan que ya pasó, que no hubo muertos ».

Aunque muchos negocios aprecian esa relajación entre los clientes, todavía hay gente que no se siente segura en determinados espacios. Desde el gimnasio Central Gym son claros: «Recibimos menos gente de la que esperábamos». Además, afirman que su clientela vuelve muy progresivamente. Aunque el aforo máximo estipulado en el BOE para centros deportivos como su local es de un 75%, «en ningún momento del día superamos el 30%» . Desde el establecimiento esperan que la situación mejore en los meses de verano, y con incentivos como rebaja de cuotas y ofertas similares.

«Cada vez se va notando más normalidad» indicó Lola Domínguez desde Lolamoon, una pequeña tienda en el centro que por ahora solo cuenta con un aforo de siete personas al mismo tiempo. «Al principio fue difícil acostumbrarse, pero ahora son normas mecánicas» explica la dueña; la desinfección constante de material y ropa , que además debe permanecer en una cuarentena de 48 horas hasta volver a ser expuesta, no parece suponerle un problema.

También las bibliotecas públicas comienzan a reabrir, con estrictas medidas de seguridad que incluyen el acceso restringido y vigilado y la numeración de las mesas, que de cuatro espacios disponibles pasan a ser ocupadas por una única persona. «Se guarda perfectamente la distancia de seguridad, está muy controlado» comentaba un grupo de estudiantes de segundo de Bachiller, que estrenaban la biblioteca Anxel Casal de Santiago de Compostela para preparar su examen de acceso a la Universidad previsto para dentro de unos días, en el próximo mes de julio.

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