Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN

RAG, nueva etapa

El de la RAG es un camino no exento de inconvenientes, pero de solidez garantizada y de prestigio reconocido

Cuando una institución lleva en pie más de un siglo no es fácil que un simple relevo directivo baste para que se le descosan las costuras. En sus 112 años de vida, la Real Academia Galega aguantó toda clase de contratiempos, unos políticos, otros económicos y otros derivados del hecho impepinable de que sus miembros son seres humanos y, por consiguiente, supeditados a las miserias de la vanidad, de las fobias, de los caprichos y de las parcialidades. O sea, como todo hijo de vecino.

El hito fundacional de Murguía, las dificultades y obstáculos del período franquista, la pujanza y la bonanza de la veintena de García Sabell, algún que otro caso de nepotismo... Un trayecto, en resumidas cuentas, no exento de inconvenientes hasta llegar a la RAG actual, una institución de solidez garantizada y de prestigio reconocido.

La presidencia recae ahora en Víctor Freixanes, gran conocedor del mundo editorial gallego, detalle nada despreciable cuando se está al frente del organismo encargado, por ejemplo, de designar a los titulares del Día das Letras Galegas, con lo que ello implica en cuanto se refiere a ediciones, reediciones, lecturas obligatorias para los centros de enseñanza, derechos editoriales, subvenciones públicas, etcétera.

Estamos plenamente convencidos de la competencia y el buen sentido de Freixanes, una y otro acreditados de antiguo. Confiamos, pues, en que se ponga término a situaciones no ya absurdas, sino ridículas, tales como el veto irracional a Ricardo Carballo Calero para personalidad epónima del 17 de Maio o la proscripción de ingreso en la Casa a figuras como Pilar García Negro o Xavier Rodríguez Baixeras. Estas cosas, que más parecen rabietas de niños caprichosos que decisiones de adultos, van en detrimento de una institución que debería esforzarse en acometer tareas pendientes desde hace tiempo, entre otras, la de traspasar los muros de la reclusión académica para zambullirse en la realidad social y cultural de Galicia. «Menos encierro en el fanal y más pisar calle», que dijo don Vicente García Diego a cuento del aislacionismo histórico de otra Real Academia, la Española.

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