Luis Ojea
No todos somos París
Allí no culpan a su gobierno de la sinrazón terrorista. Allí saben que el terrorismo es terrorismo, sin matices
No nos engañemos. No, no todos somos París. Allí ningún político compadrea con terroristas. Allí no culpan a su gobierno de la sinrazón terrorista. Allí saben que el terrorismo es terrorismo, sin matices. Allí no tienen dudas de quién es el enemigo. Aquí sí. En Galicia el líder de un partido no hace mucho dijo que unos terroristas detenidos con explosivos «el único crimen que habían cometido es ejercer la indignación». Aquí la dirección de otra formación parlamentaria ha criticado hace unos días la suspensión de una organización por sus vínculos con el terrorismo aduciendo que decisiones judiciales de este tipo son «un ataque a los derechos democráticos». Aquí determinadas fuerzas jamás se implicarán en un pacto antiterrorista porque eso no les parece progre.
La izquierda gallega no es homologable a la francesa. Hollande entiende que estamos en guerra. Aquí si el yihadismo nos vuelve a golpear no faltará quien vuelva a culpar a Aznar. Y cuando Resistencia Galega vuelva a atentar saldrá un portavoz parlamentario a decir, como no hace tanto, que «no hay percepción social de la existencia de terrorismo en Galicia». Colocar bombas debe ser otra cosa para la caverna de aquí. Quizás por eso al tiempo que se solidarizaban con las víctimas de París estaban pidiendo una revisión de la política en Oriente Próximo, porque ni siquiera un ciento de muertos les hace dejar atrás por un momento su enfermizo antisemitismo. Siempre han preferido mirar hacia otro lado ante los atentados palestinos, como los de esta semana, y culpar de todos los males a la única democracia de la región.
Esa es la gran diferencia. En Francia no pretenden equiparar a víctimas y verdugos. Y aquí una parte de la progresía gallega siempre acaba encontrando un pero que ponerle a la condena al terrorismo. Sufren esa enfermedad social tan extendida hoy, el relativismo moral extremo, el buenismo de salón, eso que algún sociólogo ha llamado el «pensamiento Alicia». Piensan que consentir como borregos la barbarie sirve para defenderse de los que odian al diferente hasta el punto de estar dispuesto a matarlo si se pone delante o simplemente pasa por allí. Como dijo Pérez Reverte estos días «huir solo sirve para morir cansado». Y los franceses lo tienen claro. Aquí algunos todavía no. Por eso no todos somos París.