Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN
¿Navidad o negocio?
La descristianización de la Navidad equivale exactamente a su fulminación
Al igual que en el resto de España, también en Galicia la Navidad ha perdido su genuino significado. Ha capitulado frente a las implacables exigencias comerciales y al empuje inexorable de esa corriente que unos llaman globalización y otros -ayunos en el campo de los neologismos- llamamos sencillamente aborregamiento.
Parece innecesario recordar que la Navidad es, por origen y significado, una fiesta cristiana, con todo lo que implica tal adjetivación. No es una fiesta pagana, ni atea, ni es un Black Friday prorrogado, ni es una larga quincena vacacional. Por mucha vocinglería y escaparatismo que ponga en movimiento la irresistible preponderancia del Negocio (la mayúscula advierte acerca de la universalización de intereses) y por más esfuerzos elucidatorios que hagan los partidarios de atribuir a los celtas todas las tradiciones de Galicia, desde el pulpo con cachelos a la gaita de fol, a pesar de todo ello, la descristianización de la Navidad equivale exactamente a su fulminación. No es un objetivo, éste de la fulminación, ni casual ni inocente. Por el contrario, es perfectamente coherente con el propósito de construir un pasado y una historia amañada.
Son muy pocas las villas y ciudades de Galicia en las que es posible advertir en los adornos una alusión al significado cristiano de la Navidad . No sea que se ofendan nuestros convecinos ateos, musulmanes, practicantes de la fe bahai o simplemente agnósticos sin graduación. Las megafonías han sustituido los villancicos (sin indultar siquiera a los cantados en el idioma oficial de la Xunta) por canciones de Shakira, pongamos por caso pedestre, e incluso de Bisbal, pongamos por caso desesperado. La cosa es que no se molesten las feministas porque la Virgen está lavando y tendiendo en el romero, ni los animalistas por la explotación energético-calefactora de la mula y el buey, ni los republicanos por la presencia de la trinca monárquica. Hay que ser más transigentes que nadie, más progres que nadie, más populistas que nadie... y más gilipollas que nadie, por supuesto. ¿Y los curánganos? Donde suelen: mirando para otro lado y arrastrando con el as de oros.