Luis Ojea - LA SEMANA

El naufragio de la otra izquierda

La decisión de Noriega de atornillarse en Raxoi muestra su intención de buscar un puesto de salida en 2020

El invento saltó por los aires. El rupturismo, dividido y a la deriva, camina hacia una posición residual en el escenario político gallego. Tras la debacle de esta primavera, ya sin poder urbano y con un grupo parlamentario en proceso de disolución, tratarán probablemente de articular un nuevo chiringuito con el que concurrir a los comicios de 2020. Pero, sin el viento de cola del que se beneficiaron en la refundación de AGE, cualquier nueva confluencia está abocada a un papel marginal.

La derrota del rupturismo tiene muchos culpables . En realidad, todos lo son, aunque algunos han tenido un mayor grado de responsabilidad. Entre otros, Martiño Noriega, Xosé Manuel Beiras y Pablo Iglesias. Ellos alentaron todo tipo de contubernios. Ellos, presos de su ego y su ambición, condenaron a ese universo a una crisis interna permanente. Lo paradójico es que sean precisamente ellos quienes traten de sobrevivir al naufragio desmintiéndose, una vez más, a sí mismos y a su trayectoria política.

El caso más abracadabrante quizás sea el del alcalde en funciones de Santiago. La decisión de atornillarse en Raxoi demuestra que su intención es buscar un puesto de salida en 2020 en la nueva plataforma que articule el populismo. Lo que no está claro es que, tras su estrepitoso fracaso el 26M, cuente con el apoyo de sus antiguos aliados en las conspiraciones contra Luís Villares. Martiño Noriega, no conviene obviarlo, es el gran derrotado de este curso político. Perdió primero la batalla interna en En Marea y perdió ahora en las urnas. Compostela Aberta ha bajado del 34% de votos en 2015 al poco más de 20% ahora. Ha perdido 4 puntos más que Ferreiro en A Coruña y 3 más que Suárez en Ferrol. Resulta sorprendente que tras una debacle de esta magnitud conserve la esperanza de mantenerse en primera línea.

Tan ilusa esperanza como la pretensión de Xosé Manuel Beiras de seguir siendo el referente del rupturismo. Anova protagonizó otro de los grandes fracasos de estas elecciones. Sin hueco en las listas de las generales y sin poder urbano que esgrimir, este partido ha quedado fuera de la escena política. Y con ello ha perdido la posibilidad de negociar de tú a tú con el resto de las familias del populismo. Hubo un tiempo en que Pablo Iglesias pudo creer que la figura de Beiras atraía votos, pero tras el doble proceso electoral de este año ha quedado demostrado que no aporta ya gran cosa. Su partido podrá mendigar un puesto en la candidatura que lance Podemos en 2020, pero está condenado a aceptar las migajas que quieran darle.

Y eso que la formación morada circula ya en reserva, con gasolina para pocos quilómetros. Sí, ganaron con rotundidad la batalla interna del rupturismo. En las generales sumaron 13 veces más papeletas que En Marea y su presencia en las municipales en plazas como Lugo o Pontevedra expulsó de esas corporaciones a las listas vinculadas a Luis Villares. Podemos ha sobrevivido, pero a costa de sacrificar la marca blanca con la que pretendía operar en esta comunidad. Y en solitario su peso es limitado. Más aún ahora que la estructura nacional del partido se desmorona. A eso, al derrumbe de Podemos, apuesta Villares. Todo sería distinto si se hubiese plantado a tiempo, pero ahora la única posibilidad que le queda para intentar sobrevivir al mayúsculo descalabro de su organización en las urnas es que Iglesias caiga. De cualquier manera, En Marea, aunque malherida, llegará viva a 2020 y competirá con En Común, abocando a ambas organizaciones a un papel marginal.

Ese es el horizonte al que se enfrenta el rupturismo tras su implosión. El 26M demostró que no hay espacio suficiente en el tablero autonómico para varias fuerzas de ese espacio político. En Orense hace cuatro años OeC se garantizó tres concejales con el 10% del voto. Esta primavera concurrían tres marcas distintas surgidas de ese universo y entre las tres suman solo 881 papeletas menos que en 2015, pero ahora ninguna de ellas tendrá ahora representación en la nueva corporación. La división los condena a la irrelevancia. Un papel semejante al que ha venido jugando y está condenado a jugar en el futuro el BNG, otro de los grandes derrotados de estas elecciones. Pese al triunfalismo de su dirección, en pleno derrumbe de las mareas, el Bloque apenas sumó el 26M más votos, solo 4.000 más, que en las locales de 2015. La «otra izquierda», toda en su conjunto, ha naufragado en el doble proceso electoral de esta primavera.

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