Entrevista
«El narcotráfico es la realidad oculta de Galicia»
Javier Romero es el autor de 'Operación Marea negra', un amplio reportaje periodístico que se adentra en la historia del primer narcosubmarino capturado en aguas europeas
Galicia nunca ha dejado de ser un referente en el mapa mundial del narcotráfico . La destreza de sus lancheros, la fama de sus fabricantes, la orografía de sus rías y sobre todo la herencia de décadas de alijos convierten esta esquina atlántica en un escenario clave para el negocio ilegal más lucrativo. Javier Romero, autor del libro ‘ Operación Marea Negra ’ y periodista de ‘La Voz de Galicia’, lo resume bien: «El narcotráfico es la realidad oculta de Galicia, oculta pero real». La misma semana en la que el trabajo conjunto de Guardia Civil y Policía permitió aflorar un zulo de construcción de narcolanchas, en pleno corazón de la provincia de Pontevedra -con el detalle de un acceso imposible a través de un plato de ducha-, Romero aborda en una conversación con ABC la actualidad de este submundo desde la escotilla del primer narcosubmarino interceptado en aguas europeas en noviembre de 2019.
Ejemplo de que en cuestión de drogas el ingenio no conoce límites, el autor explica que este no ha sido el primer sumergible ni será el último en llegar a España preñado de cocaína . Lo que lo hace especial es, incide, la historia de su piloto, un joven gallego «de familia estructurada y buen colegio» al que el dinero persuadió hasta un extremo insospechado. Agustín Fernández -que inspiró una serie para Amazon Prime que acaba de firmar su segunda temporada- no estaba fichado cuando los agentes lo detuvieron, escondido en una casa abandonada, sin agua potable ni alimentos, después de haber pilotado a lo largo de 6.000 kilómetros un tubo de fibra de vidrio cargado con tres toneladas de droga. Cómo uno de los mayores clanes colombianos contactó con este joven, atraído tan solo por su capacidad para manejar el artefacto desde el Amazonas hasta la costa gallega, forma parte de un relato de trescientas páginas que desnuda al piloto en su viaje entre las sombras y actualiza la metodología de las principales organizaciones criminales a la hora de mover grandes cantidades de estupefacientes hasta el continente europeo.
«Agustín es un excampeón de boxeo que tomó una decisión que le cambió la vida» , introduce el autor de ‘Operación Marea Negra’, que se echó a la calle para indagar en el pasado del hombre que copó titulares tras al hallazgo del semisumergible. Junto a él se jugaron la vida dos primos ecuatorianos que también fueron capturados. Los tres fueron condenados a once años entre rejas y al pago de dos multas de 300 millones de euros , más de lo que los cabecillas del clan les habían prometido si llegaban a España con la droga y sin ser descubiertos. Estuvieron a punto de lograrlo, como se narra en el libro, después de casi un mes encerrados en un habitáculo en el que comían, dormían y defecaban y en donde acabaron rezando juntos por no perder la vida en la enormidad del mar.
Encajar todas las piezas de manera cronológica forma parte de la labor desarrollada por Romero para moldear una aventura con un final milagroso. «Que los capturasen fue una suerte» , asegura mientras aventura qué hubiera pasado si los investigadores no hubiesen descubierto, in extremis, que el sigiloso animal penetraba por la ría gallega con destino Hío. «Si las planeadoras que tenían que recogerlos en Portugal no hubiesen fallado, hubieran hundido allí mismo el artefacto, que es lo que pasa siempre, y hubiesen llegado a tierra para embolsarse una buena pasta». «¿Y qué hubiera sido de Agustín?», se le plantea al escritor. «Yo creo que dinero llama a dinero y se habría mantenido en el negocio» , vaticina él. Pero la realidad fue otra y este antihéroe se dio cuenta, ya en prisión, de que «una y no más». Tres años después de la peripecia que lo llevó a surcar el océano con un volante de juguete entre las manos, su lugar en el mundo ahora es otro. «Está sometido a todos los planes de buena conducta, muy custodiado por unos amigos que no lo han dejado solo ni un momento e incluso está preparando el acceso a la universidad y ayudando a otros presos a acabar la ESO», describe el autor que lo investigó y que constata una realidad: «Con menos de 40 años, Agustín va a estar en la calle, está en sus manos la vida que tiene por delante, porque no hay nada que el tiempo no cure».
Nunca se sabrá si esa detención cambiará, a la postre, el futuro de un joven que confesó en sala que se movía por dinero y que ahora «se come el marrón». Lo que sí está claro es que el caso del primer narcosubmarino incautado en aguas europeas solo salpicó a las personas materialmente implicadas en hacer llegar la droga a Galicia , incluidos tres inexpertos amigos de Agustín con los que contactó para que le diesen soporte en tierra. De quienes idearon la operación, poco o nada ha trascendido. Únicamente, explica el periodista, se sabe que estos tres mil kilos pertenecían a varias organizaciones -cada una pone una parte del alijo-, pero de lo que no se puede hablar es de a quién estaba dirigida esa mercancía en la Península, «más allá de que quienes debían recogerla era una banda de narcolancheros gallegos». El receptor final es un misterio .
Íntimamente ligada a la eclosión del tráfico de drogas desde que el contrabando dio el salto del tabaco a sustancias más pingües, Galicia sigue siendo en la actualidad «una plaza tan relevante en como Algeciras, Amberes o México» . «Se ha usado siempre y con la misma intensidad», aclara Romero, que solo anota que parte de la construcción de embarcaciones se ha derivado a Portugal, variando un poco el tablero. «El plus de la Galicia para los malos es que hay una estructura volcada en el narcotráfico, y eso es un incentivo para venir a vivir aquí, porque hay gente instalada de organizaciones del Este y de Sudamérica». Los nuevos narcos son silenciosos y nada ostentosos , aprendices de los errores cometidos por los capos de décadas pasadas que regaron de Rolex la ría. Y frente a ellos luchan cada día decenas de unidades dedicadas a combatir una guerra que, lamenta Romero, está perdida. «Los buenos no pelean para hacerlos desaparecer, trabajan para contenerlos», remata el autor con el mejor ejemplo entre las manos de que, por suerte, algunas batallas sí se ganan .