Juan Soto - El garabato del torreón

Los muertos dan votos

El PP de Lugo tal vez se haya renovado en nombres, pero permanece inasequible en cuanto a sus peores vicios

A ciertos dirigentes del PP (en Galicia, PPdeG) les pasa lo que a algunos fachas de siempre reconvertidos en demócratas de toda la vida: a poco que rasques, asoma la camisa azul y el pelo de la dehesa. En los cargos de nivel medio tal achaque se hace evidente con más frecuencia que en los de rango superior, al fin y al cabo salvaguardados por la capa de barniz que suelen aplicarles asesores a sueldo, casi siempre de cierta solvencia en materia de urbanidad y compostura. El peligro, decíamos, está en la escalera del entresuelo: concejales, diputados provinciales, presidentes locales y otras piezas de ganadería ordinaria.

Cuando promediaba agosto, la muerte se cobró, con diferencia de horas, la vida de dos amigos, merecedores ambos de admiración y reconocimiento: el pintor Vázquez Cereijo (para los lucenses de su tiempo, Coté Pimentel) y el periodista Ángel Vaqueiro. Con un oportunismo bastante indecente, el grupo municipal del PP en el Ayuntamiento lucense se apresuró a anotarse el consabido tanto de la incorporación de sus nombres a la epigrafía callejera. Así, con toda inverecundia.

Vázquez Cereijo y Ángel Vaqueiro tenían tanto que ver con el PP como con la Asociación de Circuncidados de Jerusalén, valga el caso. Ni por afinidad, ni por sensibilidad, ni por cercanía. Pero es obvio que para ciertos políticos la apropiación indebida nunca es un delito. Y menos, cuando puede reportar algunos beneficios partidistas. Los muertos dan votos, ya se sabe.

El PP de Lugo tal vez se haya renovado en nombres y apariencia, pero permanece inasequible al desaliento en cuanto a sus peores vicios y costumbres. No sabemos a quién corresponde ahora poner coto a estos aspavientos indecorosos. Tal vez a la señora Candia, presidenta provincial del tinglado. O al propio Feijóo, a quien, aunque solo sea por mera cuestión estética, le convendría hacer una llamada de advertencia acerca de algo tan feo como es el usufructo de los muertos con fines publicitarios. Desfachatez se llama a esa figura.

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