Reportaje
La morriña tiene hoy melodía de tango
En un reverso de la ola migratoria gallega del siglo pasado, jóvenes argentinos describen su nueva vida en Galicia y cómo perciben la crisis en su país
Durante la primera mitad del siglo XX, miles de gallegos se vieron obligados a abandonar sus tierras , en las que sólo abundaban las necesidades y donde cada vez era más difícil vislumbrar un futuro próspero para sus hijos. Con sus sueños dentro de una maleta, se embarcaron hacia distintos lugares alrededor del mundo, pero el destino que albergó a gran cantidad de antepasados fue la República Argentina. Casi un siglo después de la ola migratoria hacia el país del tango y del vino, la historia parece revertirse y muchos jóvenes argentinos, descendientes de gallegos en su mayoría, retornan a la tierra de sus ancestros escapando de un país sumergido en una crisis económica y social que parece no tener fin.
«Estaba trabajando como nutricionista y tenía todo lo que se dice que hay que tener para ser plena y feliz, pero no lo sentía. Al mismo tiempo que montaba mi consultorio buscaba las posibilidades de irme al exterior», relata para ABC Melanie Biloni, una joven argentina de 31 años que disfruta de su nueva vida en las calles de Vigo. Sin ningún desencadenante en particular, Melanie cuenta que siempre deseó probar la experiencia de vivir en España y consiguió una beca para la Universidad de Vigo en el Campus de Orense. «No tenía ni idea de cómo era Galicia. Pensaba que España era Madrid y Barcelona, pero cuando pasaron los nueve meses del visado no me quise ir. Entonces comencé un proyecto de investigación y me pude quedar», afirma. Hoy lleva adelante su profesión a través de plataformas online. « Me quise quedar por la seguridad , por sentir que puedo caminar por la calle sin que me asalten, tanto en acoso como en robos. Finalmente el estrés con el que uno vive pensando que algo malo le va a pasar hace estragos en la calidad de vida», explica, y agrega que «desde aquí la crisis parece cada vez más increíble».
Otra de las jóvenes que llegaron a Galicia en los últimos años es Leticia Castro, quien vive en Santiago y expresa cierta tristeza a la hora de contar su experiencia a cinco meses de su llegada a tierras gallegas: «Me fui cuando la gente estaba yendo desesperada a los bancos a sacar todos los ahorros que tenían. Yo sentía que me subía al avión y que atrás explotaba todo ». Además, dice que su vida en Buenos Aires era mucho más agitada y que lo que más le sorprendió de Galicia es «encontrar lugares y pueblos que quedan como recuerdos petrificados, pero que después tienen una vida en contacto con la ciudad. Entras en una casa rural y dentro tienen los electrodomésticos más modernos». Uno de los asuntos más difíciles de afrontar a la hora de emigrar es el «extrañar». «Extraño a mis amigos y a mi familia. El mate se consigue, pero un asado todavía no comí. En Buenos Aires tenía un grupo más armado y eso aquí me cuesta un poco más», admite. Además, a la hora de valorar la calidad de vida en Galicia, asegura: «Siempre trabajé con las problemáticas de pobreza y hábitat, y eso no lo veo aquí. Habitacionalmente no veo algo tan degradado como hay en las urbes latinoamericanas. La calidad de vida es más alta. Veo gente durmiendo en la calle pero no veo una pobreza extrema, como allá, o tanta desigualdad».
Al igual que Leticia, Lucía Álvarez y Belén Rosbier llegaron a Galicia gracias a las becas Bolsas Excelencia Mocidade Exterior (BEME) que promueve la Xunta. Apasionadas por la enseñanza, se conocieron en febrero de 2018 y llevan adelante un proyecto de talleres personalizados de alfabetización multimedia y estimulación cognitiva para niños llamado Kümentun. Lucía, por su parte, se desempeña como profesora de idiomas y llegó a Galicia en septiembre de 2017. A la hora de destacar algo, valora de Santiago que «siempre tienes una oferta cultural». Además, destaca el nivel de seguridad en el que se vive. « En Argentina lo mínimo que te puede pasar es que te roben el móvil , pero, como mujer, el hecho de coger un taxi por la noche, tener que mirar si te siguen y todas esas cosas, aquí no lo vives. Voy caminando por la noche por un descampado y no tengo que mirar para ver si alguien me sigue. Supone una gran cambio en la calidad de vida y del estrés que vivía en Buenos Aires», relata a ABC.
«Una historia cíclica»
Sobre su visión de la crisis que atraviesa Argentina, Lucía opina que «es una historia que siempre se repite. Ahora veo que la gente tiene mucha confianza con el nuevo Gobierno pero yo ya perdí la esperanza con todos . Siento que se van a tomar medidas a corto plazo, va a mejorar pero va a caer nuevamente. Es una historia un poco cíclica». «Me da un poco de pena porque conozco gente que es profesional y que trabaja en lugares que deberían ser bien remunerados. En Argentina siempre la gente más desfavorecida es la que termina pagando. Me siento mal por esa gente», agrega. Ante la pregunta de si volvería al país, responde: «No descarto volver. Aprendí a vivir con la incertidumbre de no saber qué va a pasar con mi vida».
De la misma manera, Belén Rosbier sintió el cambio en la calidad de vida al llegar a Galicia: «En Argentina tenía un montón de trabajos profesionales y no tenía vida. Era trabajar, trabajar y trabajar. Esa es la gran diferencia: tener trabajos profesionales y no ganar acorde a eso». A la hora de elegir una ciudad para vivir, cuenta Belén que se decidió por Santiago de Compostela por sus ancestros. «Cuando vine, elegí Santiago porque mi abuela era de aquí y tengo muchos lazos afectivos . Y luego de recorrer ciudades en España, el casco histórico de Santiago es el más lindo que vi en mi vida», explica. Al igual que las demás jóvenes consultadas, Belén extraña sus vínculos con su grupo de pertenencia pero lo que más extraña son los abrazos y, en concreto, «la calidez de un abrazo». Aunque considera que, gracias a las videollamadas, la lejanía con sus amigas y su familia se hace un poco más llevadera.
Noticias relacionadas