José Luis Jiménez - Pazguato y fino

¡Es la moral, estúpidos!

La indignidad no merece un escaño. Ergo, María Rey tampoco

La «nueva política» se ha revelado tan falta de cintura como algunos de los más rancios protagonistas de la «vieja». Las informaciones de ABC sobre los comportamientos públicos y privados de María Rey no son un Watergate ni denuncian actuaciones constitutivas de delito —aunque la falsificación de una tarjeta de discapacitado mediante fotocopias en color sí resultó penado con prisión y multa en otras autonomías—. Revelan esas pequeñas miserias del ser humano, lo que hacemos cuando nadie nos ve y no nos sentimos observados por la moral de la sociedad. Esto es, nos desnudan y nos exponen al natural, sin colorantes ni conservantes.

Que María Rey —recordemos, cabeza de lista de Ciudadanos por Pontevedra— fuese descubierta por la policía aprovechándose de una tarjeta falsa de discapacitado para aparcar en la puerta de su casa y ahorrarse una plaza de garaje no la iguala a Mario Conde ni a Francisco Granados, pero sí nos da la medida de su catadura moral y de cuánto de fiar puede resultar cuando —como hizo meses después de la multa— se reúne con colectivos de discapacitados y les ofrece su colaboración. La paradoja sería divertida si no rezumara un cinismo recalcitrante y una sensibilidad de cartón piedra.

Que María Rey —recordemos, concejala de Ciudadanos en la capital del Lérez— mintiera en su declaración de actividades al Concello cuando ni siquiera había régimen alguno de incompatibilidades nos da que pensar dos cosas: la primera, que la adornan escasas luces para no sumar dos y dos; la segunda, que no quería que se le conocieran esas sociedades por alguna misteriosa razón que no ha aclarado.

En vez de exhibir humildad para reconocer el error y alegar un amplio muestrario de excusas, María Rey ha optado por tachar de «mentiras» las informaciones de ABC, que viene a ser lo mismo que hace Podemos cuando este periódico revela las inyecciones millonarias del régimen venezolano en la fundación para la que trabajaron Iglesias y Cía. Pero la mentira tiene las patas muy cortas, y las de María Rey se han topado de bruces con el Registro Mercantil. Ella es quien falta a la verdad.

Así las cosas, la mentirijilla ha pasado a embuste contumaz, y según el filtro moral de esta nueva política anaranjada —ungida con la ejemplaridad que le permite a Rivera espetarle a Rajoy un «contigo no, bicho»—, a María Rey no le queda otra que renunciar al puesto que ocupa en la lista de Ciudadanos. Su moral no garantiza regeneración alguna de la vida política. ¿Quién puede tomar en serio su ejemplo? Si miente en estas pequeñeces, ¿qué no podrá hacer en el Congreso? La indignidad no merece un escaño. Ergo, María Rey tampoco.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación