Monasterios sin peligro de extinción
Los cenobios gallegos suman 456 frailes y monjas y 26 novicios. No son los números de antes, pero «es un tiempo de esperanza»
La vida monacal «no es solo una parte de la Historia, sino también un trozo del presente». Habla José Miguel Andrade Cernada s, profesor de Historia Medieval de la USC y coordinador de «El protagonismo monástico a través de la historia» , un nuevo doble volumen publicado por Hércules de Ediciones . Sus capítulos –del arte o la cultura popular al ejercicio del poder o el campesinado– repasan las centurias de vicisitudes de los cenobios de la Comunidad desde la Alta Edad Media , pero también analizan su situación actual, en un estudio efectuado por Segundo Pérez , deán de la Catedral de Santiago, que ha accedido a los 36 monasterios gallegos , 3 masculinos y 33 femeninos, repartidos por distintas localidades de las cinco diócesis.
«La vida consagrada contemplativa no debe temer por su futuro»
De su inmersión, que aporta cifras novedosas , extrae que «la vida consagrada contemplativa no debe temer por su futuro». «Sin ser este el periodo de mayor pujanza, sí es un momento de esperanza con mejores perspectivas que en otras naciones de Europa, e incluso que en algunas autonomías españolas», apunta en su escrito Pérez.
Los números, como en todas las vocaciones –también las de sacerdotes y monjas dedicadas a otras labores fuera de los conventos– no son los de otras épocas. Se estima, por ejemplo, que antes de las desamortizaciones del siglo XIX, que lo echaron todo abajo , habría más de mil religiosos dedicados solo a la vida contemplativa. Hoy se contabilizan 482 personas en este tipo de conventos. De ellas, 26 son novicios repartidos entre los benedictinos de Samos , en Lugo; el monasterio de Oseira , en el concello orensano de San Cristovo de Cea; el de Sobrado dos Monxes , en La Coruña; las benedictinas de Cuntis , en Pontevedra; las clarisas de Orense , las dominicas y las carmelitas descalzas de Santiago o las salesas de Vigo .
Comunidades aún nutridas
Aunque algunos conventos languidecen con pocos miembros –las clarisas de Pontevedra y las agustinas recoletas de Betanzos son, por ejemplo, cuatro– en otros la imagen es más positiva. En San Paio de Antealtares , tras el santuario del Apóstol, son 37, que incluso atienden una hospedería monástica, una residencia para universitarias, una escuela infantil, el archivo histórico y un museo de arte sacro. No muy lejos, en lo alto del parque de Belvís , residen 31 religiosas, entre 25 con votos solemnes, novicias y postulantes. En Allariz , las clarisas –que se encargan de una granja de pollos– son 25 más; 23 son las carmelitas descalzas de La Coruña ; 19 (y una novicia) las clarisas reparadoras de Orense y misma cifra las salesas de Lugo. Entre quienes se incorporan a estas comunidades «hay pocas llegadas de otros países» , detalla Pérez.
Por territorios , casi la mitad se concentran en la Archidiócesis de Santiago, la de mayor extensión y población, con 172 profesos y 14 novicios. En la diócesis de Orense son 85 (80+5), en la de Lugo 81 (79+2) y tanto en MondoñedoFerrol como en Tui Vigo son 65. En la primera hay en estos momentos una novicia y en la segunda cuatro.
«La historia de Galicia sería otra sin la aportación humana y espiritual de nuestros monasterios», recuerda Pérez. Además, como señala Andrade Cernadas, «lo que conocemos de nuestra Edad Media nos ha llegado en buena medida por los documentos generados y custodiados en sus monasterios».
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