Juan Soto - El garabato del torreón
Mera cuestión veterinaria
«Y por si no hubiera quedado claro, el vehemente diputado añadió una blasfemia»
Por obvias razones de incompatibilidad en el calendario, Darwin no llegó a conocer a ese alcalde lugués, afiliado al PSOE como podría estar afiliado a Falange Española —tan abultado es el pertrecho ideológico del pajarito—, cuyo penúltimo roznido le ha granjeado el derecho de salir en los papeles. «Y por si no hubiera quedado claro, el vehemente diputado añadió una blasfemia», cuentan los cronistas obligados a cubrir la sesión en la que el deslenguado decidió expresar su punto vista descendiendo por el escalón zoológico y pasando de bípedo implume a cuadrúpedo con corbata.
Queda dicho que el fulano une a su condición de cargo local el de diputado provincial, lo cual da idea de que en este nuestro país perviven despachos que hacen funciones de establo e instituciones que urge eliminar en razón de decencia pública. Lo de Darwin lo apuntábamos porque el tal (que, dicho sea de paso, ya sabe lo que significa estar imputado por presuntos delitos de amenazas, coacciones, trato degradante y acoso laboral a una funcionaria) es un caso curioso de degradación evolutiva o, si se prefiere, de involución gradual. Hasta hace poco, el menda solía expresarse, según opinión en la que coinciden propios y extraños, a medio de braceo y ladrido, o sea, más o menos eso que en Flora Davis se llamaría «comunicación no verbal» a lo bestia. Pero ahora, desde el penúltimo pleno de la Diputación Provincial de Lugo, el bracear ha devenido cocear y el ladrar rebuznar. Lo que antes impedía a duras penas el bozal se desató esotro día en un inopinado turno de réplica al díscolo diputado Martínez, contra cuyo voto arguyó el alborotado jumento con una blasfemia. Ya lo decíamos: un caso curioso de regresión a Atapuerca.
Procede recordar que el presidente de la Diputación lucense, hombre con fama de natural pacífico, condescendiente y bien educado, es veterinario de profesión. Por ello mismo, quizá convendría que contemplase la posibilidad de que el mulo se desbravase. O sea que tal vez la cosa no sea para tanto: en el fondo, estamos ante una mera cuestión de terapia veterinaria.