José Luis Jiménez - Pazguato y fino

Un mes más, un mes menos

Si en 2012 adelantó seis meses la fecha original para coincidir con el País Vasco, ayer Núñez Feijóo hizo el anuncio que cabía esperar

Alberto Núñez Feijóo posa para los fotógrafos instantes antes de anunciar el adelanto electoral EFE

Tras el anuncio del lendakari el pasado viernes, las cartas venían marcadas. Ayer Núñez Feijóo hizo el anuncio que cabía esperar. Los gallegos irán a votar el 25 de septiembre. Si en 2012 adelantó seis meses la fecha original para coincidir con el País Vasco, era cosa vista que volviera hacerlo, sobre todo cuando no cabe hablar técnicamente de un adelanto electoral cuando apenas median treinta días. Entre disolver el Parlamento ahora y hacerlo a finales de mes no hay diferencia práctica, porque el legislativo autonómico ya estaba de vacaciones. Nos ahorramos un mes de sueldo de sus señorías, sobre todo después de que alguno no hiciera méritos para cobrar ni el primer salario.

Así que quienes enarbolen el discurso de que País Vasco marca la agenda de Feijóo y defiendan que la cita gallega debía ser a final de mes están vendiendo mercancía estropeada. Los procesos vasco y gallego, aun coincidentes en el tiempo, no solapan ni sus debates ni sus cuestiones programáticas. No lo hicieron ni en 2009 ni en 2012. Sobre todo porque, al ritmo que lleva la cosa, lo más probable es que a mediados de septiembre aún estemos hablando de quién preside el Gobierno de la nación.

Incluso si somos realistas, la atención de la opinión pública española girará hacia Galicia por el objetivo que se marcan Feijóo y su partido, una tercera mayoría absoluta consecutiva en un tiempo donde estos resultados son quimeras imposibles.

Verán que la oposición criticará a Feijóo por adelantar al 25 de septiembre. Lo harían igualmente si las manda a noviembre o si las hubiera mantenido en octubre. No atienden al sentido común. La única verdad es que la alternativa al PP ansiaba retrasar lo más posible las elecciones porque llegan tarde, mal y a rastras.

Un mes, que para el común de los mortales no tiene mayor relevancia, es lo que el PSOE cree que podría necesitar para hacer olvidar su guerra civil, coser sus heridas con grapadora y hacer creer que a su candidato lo respalda todo el partido. Treinta días sería lo que ansiaría la Marea para intentar hacer unas listas de consenso, después de tardar más de un año en montar un partido. La duda es si en ese tiempo dispondría de margen para elegir candidato y que alguien lo conozca. Lo suyo no es la rapidez, precisamente. A C’s le daría igual un mes más o un mes menos: lo suyo en Galicia no tiene arreglo, por mucho que purguen a los críticos o fichen a desertores de otros partidos. Y el Bloque... que descanse en paz.

Todos sabían que habría elecciones en otoño de 2016, y sólo el PP parece llegar en tiempo y forma. No es culpa de Feijóo el rosario de despropósitos que atraviesa la que está llamada a ser la alternativa al PP. La chapuza cotiza a la baja. Ahora solo depende de los gallegos elegir entre una opción o la otra.

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