USC
La «mala suerte» de la Facultad de Economía: siete profesores han perdido la vida en dos años
Se sospechaba del gas radón, pero los estudios apuntan a una simple y desgraciada casualidad
Hace poco más de un mes que la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) organizaba un homenaje a seis de sus profesores fallecidos de los últimos dos años . En total, por aquel entonces eran seis docentes los que habían perdido la vida por diferentes motivos, pero desde entonces un séptimo profesor también ha fallecido. Xosé L. Quiñoá López, Fausto Dopico Gutiérrez del Arroyo, Manuel Jordán Rodríguez, José A. Duro Vieiro, Salomé Taboada Mella, Luis Caramés Viéitez y Raúl Canay son los nombres de los docentes que han fallecido en solo dos años, una especie de fatal casualidad que no ha dejado tiempo al resto de personal de la Facultad a recuperarse de las defunciones.
«Por la pandemia no hubo oportunidad de despedirse de los compañeros como merecían», cuenta a ABC el decano de esta facultad, Xoán Ramón Doldán. Con todo, el coronavirus no ha provocado ninguna de estas muertes: de los siete, cuatro han perdido la vida por culpa del cáncer. Además, la gran parte de ellos ni tan siquiera estaban todavía en edad de jubilarse, incluso alguno « acaba de cumplir los 50 años », indican a este diario fuentes de la facultad.
Esta consecución de defunciones despertó entre el profesorado inquietud:«Nos preguntábamos ‘y esto, ¿a qué se debe?’», indica un docente de la Facultad. Y añade que precisamente esa pregunta todavía no tiene respuesta, porque además de los profesores fallecidos hay «o tros cuantos más enfermos de cáncer y de baja ». «La proporción no es la habitual», señala este trabajador, y calcula que entre los que «han estado enfermos de cáncer y los que lo están ahora», el 30% del profesorado lo ha padecido en algún momento. Eso sí, no son iguales: hay «varios casos de pulmón», pero también de mama o leucemia, apunta. María Bastida, profesora de la Facultad, no encuentra una explicación diferente a admitir que «a veces pasan estas cosas y no queda otra explicación diferente a la mala suerte», relata a este diario.
Radón
En el punto de mira como posible culpable siempre ha estado el gas radón, el ‘asesino silencioso’ que está presente en muchas construcciones sobre todo del siglo pasado. «Desde el profesorado se presionó a la Universidad para que hiciera un estudio de prevención» de riesgos laborales, y dentro de él se contemplaba analizar la presencia de este elemento. L os resultados señalan que está todo en orden , y ninguna de las áreas de la facultad tiene uno de los niveles de radón peligrosos para las personas. «Estas cosas nunca te dejan tranquilo», señala Bastida, pero valora de manera muy positiva la reacción de la Universidad ante estos peculiares sucesos.
En otro de los campus gallegos, en este caso de la Universidad de la Coruña (UDC), hace cinco años se detectaron casos de niveles perjudiciales de radón en dos de sus facultades, concretamente en las de Sociología y Ciencias de la Comunicación. Algunos indicadores eran incluso 14 veces superior al límite recomendado por el Consejo de Seguridad Nuclear. Para añadir más leña al fuego, se registraron casos de profesores con cáncer que impartían clases en esas facultades.
Precedentes como el de la universidad vecina hicieron saltar las primeras alarmas y aumentar la preocupación entre el profesorado de Económicas, pero en el caso del edificio de Santiago «no se sacó ninguna conclusión de que pudiera haber ninguna causa común», remarca el decano. «Aunque estamos pendientes todavía de algún estudio» más, los que se han terminado hasta el momento «entran todos dentro de los parámetros de normalidad» . De todos modos, hay medidores de radón «en casi todos los despachos» de los profesores y diferentes espacios de la facultad.
Además, los diagnósticos tampoco confirman esa teoría. Niveles elevados de gas radón provocan cáncer de pulmón, y según confirman fuentes docentes, los tipos son variados. «No hay patrón», concluyen . Además, de las personas fallecidas, tres de ellas perdieron la vida por complicaciones cardiovasculares. Todo indica que se trata de una fatal coincidencia, una suerte de casualidad que se saldó con la muerte de siete profesores de la misma facultad en un breve periodo de tiempo.
Adaptar el plan educativo
Tantas bajas de imprevisto han trastocado los calendarios y horarios del centro universitario. La plantilla no es muy grande , y los procesos de sustitución suelen llevar varios meses, por lo que desde la dirección de la Facultad han tenido que hacer malabares a contrarreloj para que no quedaran clases sin impartir.
«Se está haciendo un sobresfuerzo para que el alumnado no se entere» ni se vea afectado su curso académico por los decesos. «Las horas se han cubierto todas», apunta un docente, en muchos casos asumiendo profesores del mismo departamento las riendas de las asignaturas vacantes. « La Universidad nunca ha sido muy generosa con las ciencias sociales », apunta Bastida, que lamenta el lento proceso de asignación de plazas de las materias que se encuentran sin profesor titular.