La vieja anormalidad

Nueve semanas con el país confinado. Tras más de 60 días con derechos fundamentales suspendidos y la economía intervenida, vamos dando tímidos pasos en ese largo viaje —improvisado, no diseñado racionalmente por el Gobierno— hacia lo que Pedro Sánchez se empeña en llamar «la nueva normalidad». En realidad, no es tan nueva ni tiene mucho de normalidad. Quizás sería más apropiado pensar que estamos aterrizando en «la vieja anormalidad» .

Depende de cómo entendamos el concepto de normalidad. La RAE la define como «cualidad o condición de normal». La cuestión es qué es normal. Sí, era y sigue siendo «habitual» que la izquierda gallega exhiba una absoluta incoherencia en sus manifestaciones públicas, pero no, no es «natural» ni «regular» que los representantes parlamentarios de casi la mitad de la sociedad de este país se comportasen y sigan comportándose de una forma tan irresponsable.

Vayamos al extravagante caso de la fecha de las autonómicas . Gonzalo Caballero el 11 de marzo —en plena expansión de la pandemia y 48 horas antes de que Sánchez anunciase la declaración del Estado de Alarma— recordaba, ante un eventual aplazamiento —entonces aún no confirmado— de las elecciones gallegas, que en España se celebraron comicios en «situaciones muy complejas» y puso como ejemplo las generales de 2004. Los comicios se celebraron tres días después de los atentados de 11M según el líder del PSdeG «por salud democrática». Ergo, debemos deducir que Caballero pensaba que no deberían suspenderse las votaciones del 5 de abril. Sí, justo, el fin de semana en que llegamos al pico de expansión de la pandemia en esta Comunidad. Un momento que, al menos visto a posteriori, quizás no fuese el más aconsejable por razones de «salud pública». El caso es que ahora, ante una posible convocatoria en julio de las autonómicas, el mismo Caballero —no hay pruebas de que le hayan suplantado la personalidad— critica que los comicios sean la «principal preocupación» de Feijóo «en plena emergencia sanitaria».

No es el único caso de transmutación política en la izquierda gallega . Galicia en Común ha experimentado también ese singular proceso. Martiño Noriega —en sintonía con el PSdeG— afirmaba el 11 de marzo que «la suspensión de las elecciones no puede ser una cuestión de oportunidad política». En esa línea, el 2 de mayo Antón Gómez-Reino advertía que «no se puede salir a hablar de un hipotético aplazamiento más allá de los marcos normativos establecidos». Pero ahora que los expertos en salud pública determinan que el mes de julio es el momento con menor riesgo sanitario para la celebración de las elecciones —dentro de los plazos y marcos normativos establecidos— el mismo Gómez-Reino —tampoco hay pruebas de que le hayan suplantado la personalidad— amenaza con llevar a los tribunales la convocatoria de elecciones.

Se da la circunstancia, además, de que ambos partidos, PSdeG y Podemos, sustentan al Gobierno central que el pasado sábado 9 de mayo habilitó en el BOE a las autonomías a la convocatoria de las elecciones porque así se lo había exigido el PNV. Sí, en el País Vasco, donde la líder de la formación morada denunció que ha podido haber «un arreglo» entre los nacionalistas y —su— Ejecutivo central para que Euskadi pasase a la fase 1 de desescalada a pesar de que «no está en condiciones» para hacerlo.

Sí, como dejó escrito Shakespeare, «es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras». Pero no, no parece que los líderes de la izquierda gallega sigan el consejo de este genial autor ni tampoco las recomendaciones de Jorge Luis Borges: « No hables a menos que puedas mejorar el silencio ». Ni antes ni ahora. La vieja anormalidad. Nada ha cambiado en ese ámbito. La misma exhibición de incoherencia de siempre. Y la habitual impudicia en cada demostración pública de irresponsabilidad.