Luis Ojea - La semana

La factura de la frivolidad

El problema de Alcoa se resume en dos cuestiones: radicalismo ideológico e irresponsabilidad

la izquierda gallega es fascinante. La culpa del cierre de Alcoa en A Mariña es de la derecha. Es una de las mayores astracanadas de los últimos tiempos. Y eso que personajes como Gonzalo Caballero y Antón Gómez Reino habían puesto estas semanas de crisis de la Covid-19 el nivel alto, muy alto. Después de año y medio sin que el Gobierno Central –del PSOE primero y ahora de la coalición de socialistas y Podemos– moviese un dedo para salvar la factoría obviando una y otra vez las reiteradas advertencias del resto de actores políticos, económicos y sociales de que la planta se iba a ir al garete. Hay que ser muy crack para ser líder del PSdeG y salir a la palestra a pedirle soluciones al presidente de la Xunta -que lleva meses y meses exigiendo esas medidas a quien tiene competencias para adoptarlas-. Primero tardaron lo inimaginable para presentar un proyecto de estatuto que no convenció a nadie y después se olvidaron de resolver las múltiples alegaciones presentadas –para otras cosas sí encontraron tiempo y voluntad–, pero la culpa es de otros. Fantástico.

El caso del líder de Podemos en Galicia no es menos fabuloso. Febrero de 2020. El Estatuto presentado por el ministerio «no es suficiente, los trabajadores tienen que seguir movilizándose y el Gobierno debe seguir caminando para poner a las industrias energéticas en su lugar y poner el precio de la energía a la altura de una industria que tiene que ser competitiva». Estaba todavía adaptándose al nuevo papel como portavoz del Gobierno en esta comunidad. Ahora, que ya ha asumido su rol, dice que la Xunta «no asume las competencias que le corresponden» en este asunto. Un ejemplo, uno más, de transmutación política en la izquierda de este país.

El problema de Alcoa se resume en dos cuestiones. Radicalismo ideológico y frivolidad irresponsable . El fanatismo supino de la ministra de Transición Ecológica y la inacción insensata de la titular del departamento de Industria. Y esa ecuación no sale nunca gratis. Primero fueron las térmicas de Cerceda y As Pontes, ahora es la planta de Alcoa en A Mariña y ojalá se quede aquí y en los próximos meses no acaben cayendo más sectores estratégicos. Por ejemplo, el de la automoción, dadas las opiniones que sobre esta actividad productiva ha exhibido en los últimos meses Teresa Ribera. Lo ocurrido con la fábrica de Nissan en Cataluña es una advertencia que no debería caer en saco roto.

Este Gobierno se está cargando la industria de este país. Habían mostrado ya sus intenciones antes de la crisis sanitaria. Y parece que están aprovechando la Covid-19 para pisar el acelerador. Lo que no han explicado es de qué piensan que pueden trabajar los ciudadanos de este país. En la industria no porque contamina, en el turismo tampoco porque es un sector de bajo valor añadido, precario y estacional -el ministro Garzón dixit- y menos aún en la agricultura, ya que la titular de Trabajo los considera terratenientes a los que conviene investigar por «esclavitud laboral y malos tratos». En resumen, el sector primario mal, el secundario mal y el terciario mal . ¿Pretenden que todos los españoles vivan de la renta mínima?

Se les está yendo de las manos. Una cosa es un extremo sectarismo ideológico al que la izquierda nos tiene acostumbrado. Y otra muy distinta es este grado de frivolidad e irresponsabilidad. Antes de que el coronavirus apareciese en nuestras vidas ya había síntomas preocupantes que apuntaban a una crisis. La pésima gestión de este Gobierno ha abocado a España a una recesión de mayor dimensión y duración que en los países de nuestro entorno. Y ahora parecen querer aprovechar la coyuntura para imponer sus recetas trasnochadas y caducadas , lo cual va a hundir más la economía y arrojará al paro a miles y miles de trabajadores. Lo peor está por llegar. Con Sánchez e Iglesias al timón, la crisis de 2008 nos va a parecer un cuento infantil.

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