Luis Ojea - La semana
El extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde
El alumbramiento del ejecutivo Frankenstein aporta muchas claves para los comicios autonómicos
La coherencia cotiza a la baja en la izquierda de este país. Predican una cosa y a la hora de la verdad hacen otra muy distinta. Cierto es que esa forma de proceder no es exclusiva de ese universo político. En todas partes cuecen habas. Pero n unca se había llegado al nivel de incongruencia que están exhibiendo estos días socialistas, rupturistas y nacionalistas en la negociación y formación de gobierno.
Un ejemplo paradigmático es la elección de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado . Su designación muestra muchas claves de lo que es y va a ser el gabinete que están construyendo Sánchez e Iglesias. Las muchas palabras contradictorias que la única de voz de Pedro Sánchez transmite en sus cada vez más escasas comparecencias públicas. Los sapos que está dispuesto a tragarse Pablo Iglesias para atornillarse a la silla del Consejo de Ministros. Y las incoherencias que uno y otro exhiben públicamente sin ruborizarse.
Pedro Sánchez decía que este bipartito tendrá varias voces, pero una única palabra. La cuestión es que no matizó que esa palabra es efímera . En campaña presumió de que la Fiscalía depende del Gobierno. Ante las críticas, rectificó y aseguró que el ministerio público debe ser un órgano autónomo. Ahora, sin la presión de unas elecciones a la vuelta de la esquina, vuelve a la primera tesis y promueve para el cargo a una exministra recién salida del Ejecutivo y elegida en noviembre en las listas del PSOE. Donde dije digo, digo Diego. Esa será una de las claves de este gobierno, que nada de lo diga tendrá mucho valor.
O, dicho de otra manera, que los ciudadanos acabarán tomándose a chufleta , si no lo hacen ya ahora, cualquier cosa que diga su presidente. Como cuando esta semana aludió al «currículum impecable» de Dolores Delgado. La tres veces reprobada exministra. En una ocasión, por cierto, con la abstención de Podemos, siempre, hasta ahora, muy crítico con la relación de la fiscal con el hoy en prisión José Manuel Villarejo. Se habían publicado entonces unas grabaciones de una conversación en la que ambos compartieron confidencias sobre la condición sexual de Grande Marlaska, en la que Delgado narraba cómo vio a jueces y fiscales españoles con menores durante un viaje a Cartagena de Indias y en la que el excomisario le cuenta que había montado una «agencia de modelos» para sacar «información vaginal» a políticos. Todo muy edificante. Impecable, sin duda.
Tanto como la evolución que ha tenido la opinión sobre este episodio de Iglesias . «Alguien que se reúne de manera afable con un personaje de la basura de las cloacas de Interior en nuestro país debe alejarse de la vida política porque hace daño a la mayoría que protagonizó la moción de censura», espetó entonces el líder de Podemos. Ahora, ya vicepresidente, dice que «demostró su compromiso en la lucha contra las cloacas del Estado» y asegura que «merece una oportunidad».
Ni uno ni otro sufren el trastorno disociativo de la identidad que Robert Louis Stevenson atribuye a Henry Jekyll . En realidad, se trata de algo mucho más simple. La absoluta carencia de pudor a la hora de exhibir públicamente su incoherencia. Y la firme convicción de que la sociedad actual olvida muy rápido.
Por eso la izquierda se permite actuar así . La de Madrid y la de aquí. Lo que ocurre estos días con la conformación del Gobierno Central es solo el espejo de lo que sucedería en Galicia si en las próximas autonómicas el PSdeG, los mil clanes del rupturismo y el independentismo suman suficiente para desbancar al PP de la Xunta.
Demostrado queda que lo que en estos meses digan Caballero, Gómez Reino o Pontón no tendrá mucho valor. El alumbramiento del ejecutivo Frankenstein aporta muchas claves para esos comicios autonómicos . La izquierda ha evidenciado que está dispuesta a tragarse todos los sapos que haga falta y a renunciar a lo que sea con tal de tocar moqueta y atornillarse a un cargo.
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