Luis Ojea - La Semana

La desesperación de la izquierda

Como Lord Palmerston, no tienen aliados eternos ni enemigos perpetuos, solo intereses permanentes

¿Le compraría un coche de segunda mano a Gómez-Reino o a Gonzalo Caballero? Votar a un determinado candidato —o comprarle un vehículo sin garantías— depende esencialmente de algo tan difuso como la confianza. Se tarda mucho en ganar y se puede perder en un segundo. Y tanto el líder de Galicia en Común como el del PSdeG han arriesgado en no pocas ocasiones en las últimas semanas el poco capital político que pudiera quedarles. Cada vez que han decidido bendecir todas y cada una de las ocurrencias que salían de la Moncloa en la catastrófica gestión de la Covid-19 o cada vez que optaron por aplaudir una discriminación o agravio del «gobierno amigo» a Galicia antes de la pandemia. Se han desmentido tantas veces a sí mismos —el caso de Alcoa es paradigmático— que a veces ya da la impresión de que no saben ni qué piensan ni qué defienden. Como Lord Palmerston, no tienen aliados eternos ni enemigos perpetuos, solo intereses permanentes. Una desmedida ambición de poder. Están dispuestos a vender cualquier cosa —incluso quizás a sí mismos— con tal de llegar a San Caetano.

O quizás solo por un plato de lentejas. Porque, en realidad, tanto socialistas como rupturistas demuestran con su estrategia desesperada que han asumido ya y han empezado a descontar la derrota en las autonómicas del próximo 12 de julio. Cierto es que alguno de estos personajes nunca ha tenido reparos en hacer el ridículo, pero también lo es que no habían superado hasta ahora ciertos límites. Ellos y sus mamporreros. Son tan desternillantes. La función les está quedando fantástica . Los amantes de lo grotesco nunca le agradecerán lo suficiente los espectáculos —entre surrealistas y absurdos— que está protagonizando esta izquierda y Brunete mediática. Unos y otros, los aspirantes a Corleone y sus esbirros —entiéndase en sentido estrictamente figurado y metafórico—, están quedando retratados. Ellos, su desmedida ambición de poder para imponer su visión del mundo y su nula tolerancia a la crítica o la discrepancia. Si no viviéramos en España —nótese ahora el sentido irónico— habría incluso quien pudiese temer un uso torticero de las instituciones nacionales a su cargo para atornillarse a las sillas de la Moncloa y sus alrededores . Con mentiras en sede parlamentaria o el uso burdo de la maquinaria de propaganda para difundir eslóganes vacuos para tapar su negligencia y su frívola irresponsabilidad. «Jo, tía», en lenguaje de la ministra de Igualdad.

Tanto el PSdeG como la marca blanca que ha montado Podemos para el 12J exhiben con su estrategia que dan ya por perdidas las elecciones. Lo demuestran al asumir convertirse en caricaturas de sí mismos y lo demuestra que el BNG haya optado por una estrategia nítidamente diferente . A pesar de que el Bloque es tan culpable como socialistas y rupturistas de las tropelías de Sánchez e Iglesias —el nacionalismo no solo aupó a ambos al poder, sino que los sostiene con su respaldo o su silencio cómplice en el Congreso— Ana Pontón no ha dudado un segundo en tratar de desmarcarse de la nefasta gestión de la Covid-19 desplegada por la coalición Frankenstein.

La confianza tiene un doble sentido y fluye por una autopista de doble dirección. Presunción o esperanza firme de que suceda algo. En este sentido, ante las autonómicas, da la impresión de que PSdeG y Podemos tienen su depósito en la reserva desde hace tiempo y descuentan ya la derrota. Y dos, sentimiento de seguridad o tranquilidad que genera uno en otra persona. Y en ese ámbito el patrimonio de uno y otro está, también desde hace tiempo, agotado y a veces incluso podría imaginarse que ni ellos se comprarían a sí mismos un coche de segunda mano. Y de ahí proviene probablemente su desesperación y las funciones tan delirantes con las que nos están agasajando y con las que van a deleitar a la sociedad gallega hasta el próximo 12 de julio. Pasen y vean. Si le gusta el arte de lo absurdo, el espectáculo sin duda merece la pena.

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