Luis Ojea - La semana
El algoritmo de la política
Algunas estrategias y declaraciones [políticas] parecen más obra de un ordenador –un Amstrad de primera generación– que de un proceso reflexivo racional
Espasa se vio obligada estos días a salir a desmentir que el ganador de su premio de poesía fuese un robot. Rafael Cabaliere, venezolano, 34 años, ingeniero y publicista. «No es un robot. Existe. Hemos hablado con él», aseguraban desde la editorial después de que se expandiese la sospecha de que su producción literaria podría ser obra de un bot, un programa informático que efectúa automáticamente tareas repetitivas.
Visto lo visto, quizás no tarde en surgir una polémica de este tipo en el ámbito de la política. Y no sería de extrañar, dada la tendencia –cada vez más acentuada– de algunos cargos públicos a actuar en base a un logaritmo binario. Buenos y malos, socios y enemigos. Sin escala de grises. Algunas estrategias y declaraciones parecen más obra de un ordenador –un Amstrad de primera generación– que de un proceso reflexivo racional.
Un ejemplo. El BNG rechaza en el Congreso la constitución de una comisión promovida por el PP para investigar la gestión de la crisis del coronavirus. La iniciativa le parece «partidista» y «demagógica». El mismo BNG que impulsa en el Parlamento gallego la constitución de una comisión para investigar la gestión de la crisis del coronavirus en el ámbito de las residencias. La iniciativa le parece «imprescindible» para conocer la verdad.
Podríamos interpretarlo como un ejemplo de incoherencia. Y lo es, sin duda, pero además es una constatación de la banalización y el sectarismo a los que se ve sometida la política actual. A las propuestas presentadas por el adversario se vota «no» por sistema, como autómatas, sin valorar si es acertada o no. Incluso aunque a continuación se esgriman los mismos argumentos a favor de la iniciativa que su promotor, como hizo esta semana Néstor Rego.
Al margen de este tipo de dogmatismos partidistas, resulta incuestionable la necesidad de una auditoría independiente. Lo evidenció en agosto la élite de la investigación científica en una carta a «The Lancet». Lo están haciendo ya otros países –Dinamarca, Suecia y Alemania–. En algunos, incluso, la Fiscalía ha tomado declaración a los responsables políticos –Francia e Italia–. Pero en España, uno de los estados europeos con mayor mortalidad por número de habitantes –tanto en la primera como en la segunda ola–, el PSOE –con la aquiescencia del BNG– pretende pasar de puntillas .
Ante actitudes tan pueriles –los arquetípicos «yo no he sido» y «tú más» de los niños– no resultaría extraño que en un futuro no muy lejano hubiese quien empezase a cuestionarse si detrás de algunos argumentarios políticos está un bot. Aunque, en realidad, los algoritmos que usan este tipo de programas expresan un pensamiento bastante más elaborado que el que exhiben algunos cargos públicos.