Juan Soto - El Garabato del Torreón
A eso llega cualquiera
La RAE intenta evitar que las tribunas públicas se conviertan en altavoz de deturpaciones y solecismos gramaticales
No harían mal nuestros políticos de todo orden y emplazamiento si prestasen alguna atención a las observaciones y sugerencias con que el director de la RAE, Darío Villanueva , intenta (con contumacia tan inagotable como estéril) evitar que las tribunas públicas se conviertan en altavoz de deturpaciones y solecismos gramaticales.
En intervenciones recientes, el profesor Villanueva ha insistido en recordar a los integrantes del escalafón que se extiende desde las Cortes a las pedanías que, en español, el masculino es un género inclusivo. O sea, que lo de «miembros y miembras» (primero en boca de la pizpireta Bibiana Aído , felizmente volatilizada, y luego en la de todos sus compañeros de gremio), lo de «nosotros y nosotras» (muy del gusto del pintoresco Pedro Sánchez aunque todavía no se haya determinado a desvelar el secreto freudiano de esa conjugación en primera persona y doble género) y lo de «lucenses y lucensas» (aportación catedralicia de la vigente alcaldesa de Lugo al catálogo universal de barbaridades de las jerigonzas políticas) han alcanzado la gloria, no pequeña, de desasosegar a quien dirige la institución consagrada a limpiar el idioma común de los españoles. Se le agradece el esfuerzo, pero predica en desierto. «Predícame fraile, que por un oído me entra y por otro me sale». O dicho de otro modo, le oyen los aludidos como quien oye llover.
Las cosas como son: carece de autoridad nuestro comprovinciano de Vilalba. Mayor atención se le prestara si en vez de director de la RAE (y antes rector de la Universidad de Compostela) fuese jugador de fútbol, dicho sea por aludir al oficio de mayor remuneración económica y consideración social. En tal caso, sus opiniones se tendrían por norma de obligado cumplimiento y se aprovecharía cualquiera de las frecuentes visitas a su villa natal para dispensarle algunos de los homenajes con que los políticos suelen obsequiar a gentes con menos méritos pero con más centelleo mediático. A estas alturas, a cualquier lugués que hubiese alcanzado la gloria de asomar la jeta por un reality show ya lo habrían designado Hijo Predilecto de la Provincia. A director de la RAE llega cualquiera. Lo difícil es llegar a Kiko Matamoros , pongamos por caso.