Alberto Varela - Crónicas atlánticas

Un líder tóxico

Caballero es uno de esos líderes que ha demostrado que quiere crecer a costa de hacer daño a los demás

El localismo como modo de hacer política no es nada nuevo: tapar con enemigos externos los problemas internos, lamentar lo que se hace en las demás ciudades para que cale la idea de que nos discriminan o acusar a la oposición de tener interés en que prospere el vecino a costa propia. «¡Van en contra de Vigo!» ¿Les suena? Sí, hablo de Abel Caballero, que tiene en la búsqueda de la confrontación con el resto de Galicia el santo y seña de su gestión. Es su marca de la casa, que podríamos decir, y cuando no le hacemos caso aquí, busca el enemigo en Oporto. Allí ha encontrado la horma de su zapato: Rui Moreira, otro alcalde interesado en la pelea localista para sacar rédito político (Lisboa, esa gran enemiga).

Hay que reconocer que este modo de proceder le ha dado muy buenos resultados en la ciudad olívica, pero que no se equivoque, el éxito fácil tiene su lado oscuro y sus consecuencias negativas: su fortuna en Vigo es también su desgracia en la esfera autonómica, por mucha gira gallega que haga para buscar apoyos.

Vale que nadie quiera dar un paso adelante en el PSdeG —unos por miedo, otros por desilusión— pero lo último que necesitan es un líder tóxico, que mancha a todo el que se saca la foto con él. Su imagen no es ya la del ministro de Transportes y Turismo que vela por el interés general, ni la de candidato a la Xunta defenestrado tras el fracaso, sino la del político que solo piensa en sí mismo y del que no se pueden fiar.

¿Es la figura más destacada del socialismo gallego tras la caída de Besteiro? Probablemente, pero su estrategia de dinamitar el entendimiento con el resto de Galicia impide que pueda prosperar en el ámbito autonómico. Si sembramos trigo, tendremos cosecha; si echamos gasolina al suelo, no podemos esperar recompensa de la tierra estéril. Caballero quiere crecer a costa de hacer daño a los demás, y así es difícil pedir apoyos. Le sonríen, pero saben que con él la ruina sería aún mayor.

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