Alberto Varela - Crónicas Atlánticas
Libertad para blasfemar
No hablamos de la libertad del creador para blasfemar, sino de la mala de fe la administración que lo ha querido a él para humillar a los creyentes
Estos días hemos escuchado como desde el ayuntamiento de Santiago se ha apelado una y otra vez a la libertad de expresión para justificar las ofensas a los sentimientos religiosos en el pregón de Carnaval. Incluso ha habido quien ha enmarcado las críticas al dramaturgo dentro de una ola represiva que invita a buscar límites a la creatividad de los artistas. «La vida de Brian hoy sería delito» se quejan en las redes sociales, «Antes se podían hacer chistes de Carrero Blanco», añaden otros con la rabia de quien supuestamente lucha contra el poder desde la clandestinidad.
Esa retórica lastimera me valdría si hablásemos de censores que desde el cargo público persiguiesen a los humoristas y actores en sus talleres, pero resulta que es todo lo contrario. Ha sido la autoridad local la que ha escogido, contratado y suponemos que pagado a un bufón para que haga escarnio de las creencias populares. No hablamos de la libertad del creador para blasfemar, sino de la mala fe de la administración que lo ha querido a él para intentar humillar a los creyentes.
Tampoco pasaría gran cosa si todo esto fuese un caso puntual, o si una vez le tocase al Apóstol y la siguiente a la progresía o a la profesión de los dramaturgos en sí, pero todos sabemos que no es así. Hasta en los conciertos escogen artistas que entre canción y canción hacen mítines y tampoco pierden ocasión de difundir cualesquiera contenidos que puedan perjudicar a los católicos. Lo bueno se lo callan, lo malo lo comparten aunque haya ocurrido en Manila. Veis qué malos son, repiten una y otra vez.
Y por cierto, no me gusta el argumento de que con otras religiones no se atreven. Me indignaría tanto o más que fuese así. No los han escogido para socavar las creencias de nadie, le deben respeto a católicos, musulmanes o budistas. Con quien nunca se meten es con el laicismo, que es también una creencia, pero en este caso sin respuestas a las preguntas básicas que pronto o tarde se hace toda persona. Mal negocio.
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