Juan Soto - El garabato del torreón

Trabajadores y truhanes

Que no nos tomen el pelo: el llamado ‘procés’ es, como los cepillos de algunas catedrales, un gran negocio

Juan Soto

Los vi en la tele: Cuixart, Sànchez, Junqueras, Forn, Rull y otros sacristanes con mando en plaza saludan a los tontos de la parroquia , toda esa ingenua beatería fanática que cree, como Tertuliano en el siglo II, que la sangre de los mártires es semilla de independentismo. Que no nos tomen el pelo: el llamado ‘procés’ es, como los cepillos de algunas catedrales, un gran negocio . Òmnium Cultural, por ejemplo, mueve más nóminas que la Seat; y al lado del viejo Pujol y familia, Cambó era un altruista que repartía entre los huerfanitos acciones de Riegos y Fuerza del Ebro, que era el disfraz español de la Barcelona Traction.

En las cárceles gallegas hay docenas, quizás cientos, de padres de familia encerrados por puentear el enganche de la luz. Hay también algunas mujeres porque las pillaron en el supermercado afanando potitos para bebés o por romperle la crisma a su pareja después de varios años aguantando palizas. En Bonxe, en A Lama y en Teixeiro hace tiempo que no llega un indulto del Consejo de Ministros . La delincuencia menuda, ese lumpen que roba hilo de cobre o anda al trapicheo, no ve en la morralla del ‘procés’ a unos líderes, ni a unos héroes, ni a unos mártires, sino a unos señoritos que se divierten con sus tonterías y a quienes el Gobierno ha preparado unas suites de lujo para que no extrañen la cama. El objetivo de estos pijos no es general sino particular: acomodarse en la élite de la clase política, con nómina de 160.000 euros por escaño.

A setenta kilómetros de Bonxe, en A Mariña luguesa, varios cientos de familias llevan viviendo más de un año con el alma en vilo. Tal vez este mismo verano se apaguen para siempre las cubas electrolíticas y Alcoa levante el vuelo para siempre. Los trabajadores se manifiestan de vez en cuando. No exigen ningún derecho a la secesión ni un despacho enmoquetado del Parlament: se conforman con que se les permita seguir ganándose el salario honradamente. Son gentes con los pies sobre la tierra: saben que si queman una papelera o si se limpian el trasero con la Constitución o con el Estatuto de Autonomía podrían pasarse una temporada en Bonxe o en Monterroso. Llegado ese momento, nadie les ingresaría la nómina en la cuenta del banco. Y, por supuesto, nadie pondría a la firma del Rey un decreto de indulto. El código de conducta en Moncloa parece bastante claro: es preferible un truhán a un trabajador.

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