Juan Soto - El Garabato del Torreón
Siempre hubo negacionistas
Existen dos escuelas de pensamiento: la que los considera unos cucos que hacen negocio a costa de la idiotez del prójimo y la que los compadecen por su condición de toliños
El negacionismo es más viejo que las cuevas de Altamira. Quiero decir que viene de lejos. Respecto a los negacionistas de la Covid existen dos escuelas de pensamiento : la que los considera unos cucos que hacen negocio a costa de la idiotez del prójimo y la que los compadecen por su condición de toliños, esos pobres toliños que siempre ha habido entre nosotros y modernamente sientan plaza congresista o senatorial en porcentajes inquietantes. En todo caso, ya aprendimos en la Biblia que «nihil novum sub sole».
A Galileo, el negacionismo del siglo XVI, con el cardenal Belarmino al frente, lo entregó al Santo Oficio. «La victoria de la razón sólo puede ser la victoria de los que razonan», le hace decir Bertolt Brecht en su pieza teatral . Y en cuanto a los hodiernos terraplanistas, quizá ni ellos mismos sepan que su desvarío ya estaba pasado de moda cuando los presocráticos.
Majaderías aparte, he de reconocer que me gusta leer que al frente de la corriente anti-Covid estuvo -no sé si sigue estando- un médico, monfortino de nación o por destino. Yo tengo vieja admiración hacia las gentes singulares y desviadas del camino trillado. Siempre abundaron en el ilustre país de Lemos. Lo decía el maestro Pallares, barbero y músico, director de la Rondalla Iris, de muy feliz memoria. «¿Cómo están, señores?» Saludó el gobernador Otero a los rondallistas. Y el maestro respondió por todos: «Aquí cada un anda ó seu xeito» . Nada de certezas transversales: negacionismo en versión Condado de Lemos.
Y puestos a ser enemigos de modernidades curativas, tenemos todavía reciente la memoria de Dom Mauro Gómez Pereira, abad mitrado de Samos. Recién llegada a España la penicilina, aquejaba a Dom Mauro una dolencia de la que no conseguía reponerse. Los frailes llamaron a una eminencia médica de la capital y allí apareció el doctor, muy puesto en primicias. Auscultación con fonendo y exploración general: «Si le parece, padre abad, podríamos probar con ese medicamento que acaba de descubrir el doctor Fleming». La respuesta de Dom Mauro estuvo a la altura de su nunca desmentida perspicacia: «No, doctor, no. Los experimentos, con los legos». Un sabio, Dom Mauro.