Juan Soto - El garabato del torreón
Los pelmazos diaristas
Uno de los más cargantes efectos colaterales de la pandemia son esos grafómanos que no solo se conforman con anotar su monótomo acontecer diario sino que, además, prentenden compartir su insustancialidad
Líbrenos Dios de frivolizar con la descomunal tragedia que azota a todo el mundo, sin excepciones territoriales, económicas, culturales o sociales. Pero no podemos dejar de compartir la opinión (bastante numerosa, por cierto, a juzgar por el creciente número de quejosos en la red) de quienes consideran que uno de los más cargantes efectos colaterales de la pandemia es la repentina acometida de esos grafómanos que no se conforman con anotar en una libretita su monótomo acontecer diario en la obligada reclusión sino que, además, pretenden compartir su insustancialidad, por lo general de una monotonía atosigante. A cualquier español forzosamente confinado le pones un bolígrafo en la mano y se cree Gide en trance de redacción de sus «Diarios», reeditados el mes pasado, dicho sea de paso, con una perspicaz introducción de Laura Freixas. O un Sthendal. O una Ana Frank en la buhardilla de Amsterdam. O por lo menos, el Pla del «Cuaderno gris», ahora con la traducción de Ridruejo y Gloria Ros revisada y acicalada.
Una cadena de televisión emite, página a página, un programa que titula «Coronavirus: diario de un encierro». Nada menos. Un daño colateral del CV19. Diarios con el tedio de cada cual . Es la inverecundia en su modalidad doméstica, lo cual no deja de ser sorprendente en un país tan poco dado a la literatura diarista.
Así como la mejor palabra es la que está por decir, el mejor diario es el que está por escribir. En Galicia, quienes habrían podido aportar un diario iluminador, enriquecedor y, además, bien escrito, optaron por el silencio . Un silencio a veces prudente y a veces misericordioso. Pensamos en Otero Pedrayo y en Ramón Piñeiro. El librito «Da miña acordanza» del intelectual lancarés, no es propiamente un diario sino el arranque de unas memorias.
Xosé Ramón Fernández Oxea, Ben-Cho-Shey (cerramos los ojos y volvemos a verlo en su piso madrileño de la calle Martín de los Heros, siempre con Isabel) dejó escrito, con aquella caligrafía suya tan clara y legible, el diario de las primeras semanas de la guerra civil en Lugo. En la Diputación luguesa obra copia íntegra del original. Nos consta con certeza absoluta. Permanece inédito. Para publicarlo se necesita cierta testiculina editorial . Demasiados nombres conocidos, demasiados apellidos distinguidos, demasiadas cobardías.