Juan Soto
Oros y oropeles
A lo mejor resulta que los héroes de lo cotidiano lo que necesitan no son galardones
No creo que exista un lucense en desacuerdo con la concesión de la Medalla de Oro de Lugo a los trabajadores de la sanidad, de las fuerzas de seguridad, de los servicios sociales, de la limpieza, de los supermercados y, en fin, tanta y tanta gente anónima —héroes de lo cotidiano— que cargó sobre sus hombros la responsabilidad de mantener activos los mínimos vitales de una ciudad en estado de anorexia social. Nada que objetar, pues, a la propuesta de la señora Méndez, una alcaldesa para la cual parece hecha, como de molde, aquella desengañada observación de Gide según la cual el infierno no está empedrado con pecados mortales sino con adoquines de buenas intenciones.
Sucede, empero, que c on algunas medallas pasa lo mismo que con los títulos de Bien de Interés Cultural y con los diplomas de Patrimonio de la Humanidad . Lo que era privilegio de pocos lo han convertido en calderilla de muchos. La inflación de distinciones ha rebajado el oro a la cotización de la hojalata. Cosas del mercado. Tal como anda la temporada de saldos, el mayor premio al que se puede aspirar es el de no recibir premio alguno. En este asunto no se cumple el principio, que creíamos imprescriptible, de que la cantidad no varía la especie. Claro que la varía: a medida que sube la inflación medallística, más se rebaja la aleación metálica. Y lo que antes era oro es ahora oropel.
Y dicho lo que antecede, a lo mejor resulta que lo que estos auténticos héroes de lo cotidiano necesitan no son galardones sino más test PCR, más consideración laboral, más horas de descanso, salarios más decentes y mejores condiciones de trabajo. Ya conoce el lector la respuesta de Camba cuando le ofrecieron entrar en la Real Academia Española: «Yo no necesito un sillón; lo que yo necesito es un piso».
Por otra parte, sería interesante conocer la opinión de muchos de los propuestos para esta enésima Medalla de Oro de la Ciudad de Lugo al saberse metidos en el mismo saco que algunos de quienes les antecedieron en la condecoración. Menos mal que estas cosas tienen arreglo. Lo que hoy se da, mañana se quita . Como las placas del callejero.