Juan Soto - El Garabato del Torreón

García Ascot, «opera omnia»

Su obra pianística completa, casi toda ella desperdigada o inédita, va a ser, por fin, editada

Anda uno un poco retrasado de lecturas y de ahí que hasta ahora no haya conocido la felicísima noticia (Ignacio Clemente en «Platea Magazine») de la edición, por fin, de la obra pianística completa de Rosa García Ascot, casi toda ella desperdigada o inédita, salvo algún aislado rescate (Ediciones Mexicanas de Música, Centro de Documentación Musical de Andalucía y casi pare usted de contar). Pero ahora están aquí, a la mano, todos los cuadernos de su numen creativo, clasificados y ordenados , desde el «Allegro de una sonatina» —una niña con los catorce años recién estrenados— hasta las piezas más complejas de su madurez, páginas del neoclasicismo y las vanguardias, cuando ella y Xesús Bal, su marido, iban preparando las maletas para el exilio mexicano.

Rosa García Ascot es una compositora medio oculta, como en la sombra, diluida primero en su dedicación interpretativa (Falla y Nadia Boulanger: basten esos nombres para acreditar su «camino de perfección») y luego en la realidad inevitable de ser la única mujer integrante del «Grupo de los Ocho», circunstancia, la de ser mujer, que en la España de los años 30 era mucho más categórica que anecdótica.

A ciertas alturas de la vida poco más le queda a uno que un puñado de recuerdos y añoranzas. Y ahora, con la noticia muy bien glosada por Ignacio Clemente, se nos viene a la memoria la presencia de Bal y Rosita —una pareja sonriente, amable, educada, como de otro tiempo— en su piso del paseo de La Habana, tantas veces visitado por nosotros, en el mismo edificio donde agotaba también sus horas la «presencia a oscuras» de Ernestina de Champourcin. Repasaba Bal, como quien vuelve al tiempo ido, los recortes de sus críticas musicales en «Excelsior» y algún papel desperdigado del «Cancionero Gallego». Y Rosita, sentada al piano, junto a una joven alumna francesa fatigando a Debussy, que es uno de esos compositores que a servidor le gustan solo a ratos (y que me perdonen los debussyanos).

Solo queríamos dar la bienvenida a la «opera omnia» de Rosa García Ascot, la mínima y dulce Rosita. Estaría a estas horas, en otros agostos, sentada en una de las terrazas de la Praza Maior de Lugo, apurando los últimos días de su verano en Galicia .

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