Juan Soto - El garabato del torreón
Galicia, país de fábula
Si los gallegos nos exigiésemos un cierto rigor, quizás deberíamos poner patas arriba diez o doce siglos
A falta de grandes historiadores, Galicia da grandes fabuladores . Quizá eso pueda revelar una cierta indigencia científica, pero depara enormes ventajas de orden lúdico en general, gastronómico en particular y etílico más específicamente. Trataremos de explicarnos. Si los gallegos incurriésemos en el defecto de exigirnos a nosotros mismos un cierto rigor en la aplicación de las reglas del Fiel Contraste (aviso: tiene monumento en Pontevedra) y de los tiquismiquis de los hechos probados, tal vez nos viésemos obligados a poner patas arriba diez o doce siglos: al menos desde Don García y la batalla de Pedroso hasta las mayorías absolutas de Núñez Feijóo. Y una vez desmontado tanto tinglado, ¿qué iba a pasar con las más de cien «festas históricas» que, según reza el catálogo oficial, se reparten a lo largo del verano por toda Galicia adelante?
En Viveiro, los renacentistólogos comarcales hacen desembarcar a Carlos V en la playa de Covas, dando el brazo a su progenitora. Nunca el imperante puso por aquí el pie. Peor para él. Y la misma desventura corrió su señora madre, doña Juana I de Castilla, confinada en Tordesillas el último medio siglo de su infortunada vida. No tiene importancia. En el ya multitudinario Arde Lucus, es normal asistir a la fraternal convivencia entre la soldadesca de Paulo Fabio Máximo y algún que otro combatiente del siglo XV, de paso para el festejo medieval de Mondoñedo o de Ribadavia.
Con los vikingos asaltando las torres de Catoira y los hisopazos de San Gonzalo sobre las naves normadas en la barra de Foz, l as posibilidades de mixtificación de fechas, datos e indumentaria son prácticamente infinitas . Tanta es la anchura de la manga que mucho nos tememos que de un momento a otro aparezca por la Feira Medieval de Monforte la figura lanzal de El Greco, so pretexto del San Lorenzo y el San Francisco del Colegio de la Compañía. Todo se andará, que decía el cojo del cuento.
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