Juan Soto - El garabato del torreón
¿Galicia o el partido?
¿De verdad el señor Caballero cree que Galicia puede dejar pasar, como si nada, una deuda de 370 millones?
Es posible que a Gonzalo Caballero , gerente de la sucursal gallega del PSOE, le importe bastante (e incluso mucho) la prosperidad de su partido y su propio futuro dentro del mismo. Supongamos que sea así. Ahora bien, de lo que no cabe duda es de que al señor Caballero (sustantivo y patronímico reduplicativos, qué curioso) Galicia le trae sin cuidado. Para él, los intereses de Galicia están algunos escalones por debajo de los de su organización o, más precisamente, de las conveniencias de su patrón, a quien, por lo visto, los gallegos debemos vasallaje y a quien no se puede llevar la contraria so pena de ser tildado de facha. Perdonen la simpleza del chiste, pero en eso el señor Caballero no parece tal sino todo lo contrario: un vasallo.
A cualquiera que aspire –con toda legitimidad, por supuesto– a ser presidente de Galicia hay que exigirle, antes que cualquier otra cosa, que sitúe a Galicia a la cabeza de sus preocupaciones e intereses políticos. Se trata, una vez más, de un mero ajuste en la escala de valores: primero, Galicia; después lo demás. Y si el partido, ya sea el PSOE o cualquier otro, impone a su legatario en Galicia la servidumbre de que se trague el sapo de la deuda del Estado por la retención del IVA (ahora mismo, 370 millones de euros), lo menos que se le puede pedir al bueno del hombre, ya que no solidaridad y dignidad reivindicativa, es un discreto silencio. Cualquier pretexto podría pasar, incluso la socorrida actitud de mirar para otro lado: todo, menos esa vocinglería con que el señor Caballero trata de escaquearse de su vergonzosa complicidad. Es la táctica de la urraca: en un sitio pega los gritos pero en otro pone los huevos.
¿De verdad el señor Caballero cree que Galicia puede dejar pasar, como si nada, una deuda de 370 millones? Estamos hablando de un derecho, no de una arbitrariedad ; no se trata de un favor ni de un capricho, sino del mero cumplimiento de la ley. Que tal obviedad no lo entienda alguien que pretende alcanzar la presidencia de la Xunta resulta desconcertante, incluso para los allegados. ¿Así es cómo interpreta el señor Caballero su reivindicación de que Galicia alcance «el mismo estatus constitucional que puedan tener el País Vasco o Cataluña»? ¿Así? ¿Renunciando a lo que le adeuda el Estado? ¿Diciendo que el sacratísimo pipí que vierte sobre las cabezas de los gallegos su intocable patrón es agua caliente? Que se aclare.