Juan Soto - El garabato del torreón
Galicia estrena ópera
La presentación de una ópera es siempre un acontecimiento musical, y si es gallega, más que acontecimiento es un milagro
El pasado día 10, la matraca de las elecciones se alivió, al menos en Galicia, con el estreno de la ópera «A amnesia de Clío», de Fernando Buide , compositor compostelano que no esconde su admiración (y por consiguiente la inevitable influencia) hacia dos grandes músicos europeos contemporáneos, ambos nacidos en España: Leonardo Balada, barcelonés nacionalizado en Estados Unidos y todavía en plena actividad, y Roberto (antes, Robert) Gerhard, tarraconense exiliado en Cambridge, que nos dejó hace ya bastantes años y que tantas afinidades tuvo con «nuestra» Rosa García Ascot. Precisamente a la tercera Sinfonía de Gerhard dedicó Buide su tesis doctoral.
El estreno de una ópera es siempre un acontecimiento musical; y si se trata de la ópera de un compositor gallego, más que un acontecimiento es un milagro. Tenemos la impresión de que la historia del teatro musical en Galicia y su completa catalogación (metamos en el mismo cajón óperas, zarzuelas, revistas y otras variantes del género) está por hacer, a pesar de aportaciones muy valiosas, como las de Margarita Soto Viso . Así, a primer oído, apenas nos salen dos o tres títulos. Quizá sea «O Mariscal», de Rodríguez-Losada sobre un texto de Ramón Cabanillas y Antón Villar Ponte, la ópera gallega más veces citada, lo que no significa la más escuchada. Por parte de madre, Rodríguez-Losada era tío de Camilo José Cela. Estaba casado, si no nos falla la memoria, con una Trulock. Gentes mucho más cualificadas que nosotros dan por seguro que la primera zarzuela gallega sería «¡Non máis emigración!», de Felisindo Rego , un músico militar que creemos que hizo carrera en La Habana. A ver si nos saca de dudas nuestro amigo y colega Martín Fernández Vizoso , de erudición superlativa en materia de la huella en América de la Galicia transterrada.
El autor del pasodoble «Lugo-Ferrol», Gregorio Baudot , madrileño de Colmenar Viejo, es el compositor de Cantuxa, otra de nuestras óperas sepultadas en el semiolvido. Peor todavía es el caso de «Amores de aldea. Zarzuela de costumbres gallegas», de Soutullo, de la que ya apenas quedan noticias de su estreno en Madrid, relativamente exitoso, por cierto. Parece que el compositor de Ponteareas, autor o coautor de algunas partituras celebérrimas, dejó escrita otra zarzuela, «Rías Baixas», tal vez perdida para siempre o custodiada por sus herederos. La zarzuela «Santos e meigas», de Baldomir –el compositor de la inspirada balada «Dous amores»– llegó a estrenarse en Madrid y alguna representación más tuvo en los primeros años del siglo pasado. Ahora, apenas sobreviven un par de números en el repertorio de algún coro gallego. Algo parecido pasa con «A lenda de Montelongo», de Bernardo del Río , mantenida a flote en versión de «fantasía» para banda. Nos atrevemos a aventurar que las dos principales, sino únicas, zarzuelas luguesas son «Non chores, Sabeliña», música de Gustavo Freire y libreto de Trapero Pardo, y «Amor na cume», un texto de Glicerio Barreiro -poeta, galleguista y cajista de «El Progreso»- al que puso música Ángel Teijeiro , el que fuera subdirector de «Cántigas e Aturuxos» de Lugo y director del «Real Coro Toxos e Frores», de Ferrol.
Algo de gallega o al menos de eoaria –el gentilicio era muy del gusto de Gamallo Fierros – tiene la pieza «Un feixe de tapiegadas». No es propiamente zarzuela, sino «pasillo en dialecto tapiego». O sea, que los personajes se expresan en el habla propia de la zona de Tapia de Casariego. Y «pasillo», sí. Es denominación ajustada, como nos enseña la RAE: «Pieza dramática muy breve». Y bien sabido es que «Agua, azucarillos y aguardiente», la popularísima obra de Chueca y Ramos Carrión, no es otra cosa, según sus autores, que un «pasillo veraniego». Bien, pues «pasillo» es también «Un feixe de tapiegadas», con libreto de Conrado Villar Loza , asturiano de Castropol, y música de Etelvino Méndez. Hay que decir que a Méndez, aunque nacido en Luarca de Asturias, es difícil negarle acreditación ribadense. En Ribadeo se casó, formó su familia, fue músico y formador de músicos (venía ya con la destacada vitola de primer clarinetista de la banda de Luarca), corista, integrante del quinteto «Os Quirotelvos» y, ¡nada menos!, fundador y editor del semanario «Ribadeo». A lo mejor, cualquier día, su nieto político, el gran hispanista John Rutheford , se anima a escribir unos apuntes biográficos del gran Etelvino Méndez. No sería mala cosa.