Juan Soto - El garabato del torreón
Una deuda saldada
El músico cubano Antonio Queija tiene a gala sus raíces gallegas y las proclama con su labor de destacado pianista y tenaz recuperador de piezas arrinconadas
El filón musical de Galicia es inagotable . Y más todavía si añadimos compositores e intérpretes que, sin ser gallegos de nación, lo son en razón de ascendencia, inspiración y voluntad, que ésta, la de la opción personal, es la fuerza que más fuertemente estrecha lazos en la vasta geografía del corazón.
El músico cubano Antonio Queija tiene a gala sus raíces gallegas y las proclama con su labor de destacado pianista y tenaz recuperador de piezas arrinconadas, sin que por ello descuide a los compositores gallegos de ahora mismo: ahí está su registro de las variaciones de Juan Durán sobre ‘Rosa de abril’, de Gaos.
El abuelo paterno de Queija era de Riós, en tierras de Verín, y el materno, de O Valadouro lugués, paisano pues de Félix Canoura, que sentó plaza de violinista en Buenos Aires. Como pago a la deuda contraída con sus mayores, el pianista cubanogalaico se propuso rendir ‘Homenaje al piano histórico gallego’, materializado en un CD que exhuma partituras hasta ahora nunca grabadas o muy rara vez interpretadas. Dejando aparte la condición virtuosista del intérprete, requerido frecuentemente en toda España (los aficionados tienen presentes sus recitales en la sede madrileña de la Fundación March), la grabación cobra especial valor por lo que tiene de aportación a la tarea -todavía en pañales- de levantar, con toda dignidad, el gran edificio de la que llamamos, para entendernos, ‘música culta’ de Galicia. En efecto, adherido a la música folklórica (de Sampedro a Bal/Torner), recibida de la tradición y transmitida de forma oral, se oculta el tesoro de la música académica, a la que Galicia aporta muchas más páginas de las que dan a entender los habituales repertorios de solistas y orquestas. A los nombres de Gaos, Adalid y Montes (el Montes autor de valses, mazurcas, polcas, ya recuperado por Calo, Trillo y Villanueva, entre otros) añade Queija dos inéditos o casi inéditos: Anselmo González del Valle, contemporáneo de Montes y transcriptor de algunas de sus obras, y el hispano-húngaro Óscar de la Cinna, alumno de Czerny y compañero de Listz. De Óscar de la Cinna alumbra tres de piezas: ‘Romanza galaica’, ‘Unha noite non é nada’ y la ‘Serenata galaica’. Sin duda, un descubrimiento incluso para los más avezados melómanos gallegos.
Con esta grabación dedicada al «piano histórico gallego» salda el maestro Queija la deuda contraída con sus ancestros lugueses y ourensanos. O sea, con Galicia.