Juan Soto - El garabato del torreón
Calidad de vida y otros lujos
Estos días corre por el papel ese auto de un juzgado de Marbella en el que, a cuenta de un litigio por la custodia de un hijo, vuelve a aflorar, blanco sobre negro, el tópico de la ‘Galicia profunda’. Según la resolución judicial, no procede que la madre se haga cargo de la criatura porque vive en «la Galicia profunda», que viene a ser, desde la perspectiva marbellí, algo así como el culo del mundo, donde Cristo dio las tres voces y un poco más allá del quinto pino. El asunto da para mucha demagogia de saldo, sobre todo si el rábano jurídico se toma por las hojas feministas, pero quizá Su Señoría debió haber evitado aludir a la «Galicia profunda» como apoyo argumental. En el caso, «la Galicia profunda» es una parroquia de Muros, a media hora de Santiago de Compostela. Nada, pues, de la Galicia profunda, sino, en todo caso, de la Galicia con mejor calidad de vida. ¿De verdad cree la jueza que la Muy Noble, Muy Leal y Muy humanitaria Muros encaja en el catálogo de la España profunda? ¡Si levanta la cabeza don Ramón de Artaza!
Esa confusión entre lo sosegado y lo «profundo» es vicio que empieza a ser muy común entre tertulianos, gentes de pluma remilgada y sociólogos de barra de bar, tropa, en fin, propensa a dejarse llevar por toda suerte de tópicos, ya estén inspirados en las pallozas de Os Ancares ya en los crímenes de Puerto Hurraco.
El peligro para Galicia no está precisamente en la pervivencia de su impronta rural sino, por el contrario, en su fagotización urbanita, contingencia de la que no andamos muy lejos. Parece mentira, pero a estas alturas de la película todavía hay antropólogos y sociólogos de brocha gorda que identifican modernidad con hormigón y confunden la calidad de vida con los aparcamientos subterráneos. Ahora parece que el achaque se extiende también por la judicatura, y por eso, si yo fuera alcalde de Muros, invitaría a la jueza marbellí a pasar allí un fin de semana: quizá eso bastase para afinar su idea de «la Galicia profunda». Por lo demás, el cronista, que vive cercado por galicias profundas, se dispone a darle una vuelta al ‘Menosprecio de corte y alabanza de aldea’, las famosas reflexiones morales de Guevara, obispo que fue de su diócesis natal. Si Dios no dispone en contrario, ha de detenerse en el que estima por sermón predilecto, que es el quinto: ‘Que la vida de la aldea es más quieta y más privilegiada que la vida de la corte’.