José Luis Jiménez - Análisis

El puñetazo en la mesa de Ana Pontón

Es un mensaje interno para aquellos que quisieran achicarle el espacio a la lideresa

José Luis Jiménez

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Anda la oposición de izquierdas con sus cuitas internas este verano, aunque de diferente índole. El PSdeG, anticipando una guerra interna en forma de primarias sobre las que solo los muy cafeteros se atreven a apostar cómo acabarán. Y el BNG se desperezó de golpe de su estado de felicidad perpetua tras las últimas autonómicas con la sacudida de Ana Pontón: pide un «tiempo de reflexión» para decidir su futuro y, por tanto, si aspirará a la reelección como portavoz nacional de la organización.

Aburridos ya del culebrón socialista, el anuncio de Pontón tiene mucho de puñetazo sobre la mesa . Es un mensaje en clave interna. No lo envía a quienes ya la consideran como la artífice de la resurrección de un nacionalismo moribundo hace cinco años, que se iba contra las rocas en la tormenta perfecta originada por la coalición de Beiras con una cierta izquierda tan rupturista como 'españolista'. Tampoco a quienes le reconocen su capacidad para borrar de un plumazo nostalgias de los noventa , cuando 'o Bloque' superaba por poco a un socialismo de capa caída.

Los destinatarios son aquellos que reconociéndole sus méritos -que no son pocos- chasquean la lengua como paso previo a introducir un matiz . Un 'sí, pero'. Son los que consideran que la marca BNG vale más que su candidata, o que la ideología nacionalista ha reverdecido laureles por la simple madurez de la población, que ha debido ver la luz antes de que subiera el precio de la factura. Prisioneros de la irrealidad, hay dirigentes en el BNG que pueden tener la tentación de pensar que la labor de Pontón ha sido óptima, pero que no es para tanto .

A ellos, de haberlos, la actual lideresa les envía recado . En primer lugar, que ella es dueña de su futuro y no rehén de la organización, aunque no es menos cierto que gracias al BNG lleva veinte años en el Parlamento autonómico. Es decir, que antes de que el aparato -el mismo que ha venido despachando y desautorizando líderes a lo largo de los años- amague con moverle la silla, ella está dispuesta a entregarla gustosa y dedicarse a una labor mucho menos exigida como es criar una hija pequeña.

Y la segunda derivada es que, de continuar, ella quiere tomar las riendas y reforzar su poder de decisión sobre el rumbo y la estrategia interna del nacionalismo, más allá de los guardianes de las ortodoxias pasadas con los que comparte carné y militancia en la UPG. Cierto es que no ha trascendido hasta la fecha contestación interna al liderazgo de Pontón, pero el gesto del jueves da a entender que hay alguna cosa que no le ha gustado en estos años.

Ahora, en este «tiempo de reflexión», se van a suceder las continuas alabanzas internas, las infinitas súplicas para que siga al frente del nacionalismo, por más que ella tuviera que pronunciar eso de que hay «muchísima gente válida» y «cualquier militante» puede sucederla. Puede repetir el tópico cuantas veces quiera, que dentro y fuera del BNG se sabe que no es así. Si hubiera que hacer un estudio de márketing, quedaría claro que lo que Pontón da al Bloque es mucho más que lo que el frente le aporta a ella .

El órdago de Ana Pontón tiene también algo de preventivo. Su organización se ha caracterizado por levantar diques de contención contra el exceso de poder o de protagonismo de sus portavoces nacionales. Incluso cuando accedieron al gobierno gallego, como ocurrió en la etapa de Anxo Quintana. De nuevo, el movimiento de Pontón pretende que quienes quisieran achicarle el campo -sin que ello supusiera discutirle el liderato- se lo piensen dos veces antes de mover ficha.

Siga Pontón o no -apuesten a que sí-, el programa ideológico del Bloque va a ser el que ha defendido toda la vida -autodeterminación, concierto económico, inmersión educativa en gallego, soberanía fiscal, justicia propia, etc.-, y mantendrá sus alianzas con Esquerra, Bildu y cuanta minoría se alinea con el despiece de la España actual. La diferencia es que Pontón envuelve el bicho en una moderación que parece tragar con más soltura determinado votante de izquierdas, y sin ella volverán las marchas militares de los coroneles, música celestial para que el PSOE se reconstituya de nuevo.

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