José Luis Jiménez - Pazguato y Fino

Postureo profundo: análisis de la polémica por la expresión «Galicia profunda»

Lo inteligente habría sido que la alcaldesa de Muros hubiera invitado a la juez a visitar su concello

Lo políticamente correcto es poner los brazos en jarras, torcer el gesto y sulfurar indignado —o bramar en Twitter— ante la mención a la «Galicia profunda» en el auto de un juzgado de Marbella. ¡Cómo puede atreverse una juez a tal infamia! ¡Lapidación! Lo inteligente habría sido que la alcaldesa de Muros sonriera en la TVG y aprovechara para invitar a la magistrada a su concello, y enseñarle las bondades de la ría y su entorno.

Pero no, aquí hemos optado por el postureo, por una fingida alporización en base a una mentira mil veces repetida: a la madre del menor no le retiran la custodia por residir en la «Galicia profunda» sino por un rosario de circunstancias que van desde irse con su hijo por las bravas a 1.000 kilómetros de su domicilio conyugal a llamar repetidamente «hijo de puta» a su expareja o amenazar con hacer «todo lo posible» para que el menor se olvidara de su padre.

Lo que para algunos es «letra pequeña» (buenas gafas van necesitando), para cualquier persona avezada salta a la vista con una simple lectura desprejuiciada. No pocos padres han sentido envidia sana al leer la resolución de Marbella: ellos no recibieron ese trato en similares circunstancias. Ánimo.

Dicho lo cual, vamos al turrón, que no es otro sino esta santurronería de nuestros políticos y determinados comunicadores empeñados en rasgarse las vestiduras, en ofenderse una barbaridad con la controvertida expresión. Quizás lo que les molesta es que, en efecto, la Galicia profunda existe , esa que queda en aldeas dejadas de la mano de Dios, donde ni los concellos ni las diputaciones han tenido a bien hacer nada. Es una realidad muy minoritaria, en efecto, pero está ahí, y no es incompatible con afirmar que el grueso de la Comunidad dispone de servicios y oportunidades de primer nivel.

Hay incluso un toque de cinismo. Porque muchos de los más indignados son los que, con desahogo, despacharon el triunfo de Trump con apelaciones a la «América profunda» , esa que debe estar llena de paletos e indocumentados que no votan al BNG sino a un multimillonario bocazas y populista. Al final resultará que las profundidades van por barrios y latitudes, y siempre en función de lo conveniente que sea un estereotipo para evitar un razonamiento complejo. O sea, lo que no sucedía en el auto.

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