José Luis Jiménez - PAZGUATO Y FINO
Lo que va de Feijóo a Cayetana
Si el presidente del PP gallego discrepa de Pablo Casado, lo hace internamente. La exportavoz prefirió hacerlo rodeada de periodistas en la puerta del Congreso.
A veces en la vida se ganan batallas en las que uno ni siquiera comparece como contendiente. Es lo que acaba de suceder con Alberto Núñez Feijóo y Cayetana Álvarez de Toledo. En el pulso entre la dirección nacional del PP y la ya exportavoz en el Congreso, el presidente de la Xunta tenía el papel de mero espectador, aunque eran conocidas sus diferencias de fondo y forma con la defenestrada y el supuesto sector liberal-conservador que encabezaba. Ya saben, esos teóricos de la derecha que tienen lecciones (y un cubo de estiércol para lanzar) para todos pero que luego son incapaces de ganar unas elecciones, no digamos ya cuatro.
Hace unos meses, en la tesitura necesaria de recoser el PP, Pablo Casado seguramente se encontró ante la disyuntiva de arrimarse a las tesis de Feijóo o a las de Álvarez de Toledo. Pragmatismo y gestión o batalla ideológica (¿¿contra quién??) . ¡Como si el fracaso de Rajoy hubiera sido su moderación y no la podredumbre corrupta de la Gürtel y derivados! A pesar de las presiones de los malvados barones (cuyo principal pecado en el PP es convencer a los ciudadanos para que les voten masivamente y poder gobernar, lo que Casado todavía no es capaz de lograr), el líder nacional del PP apostó por Cayetana, no solo para encabezar la candidatura de Barcelona (una de las muchas marcianadas de aquellas listas) sino para ponerla al frente del grupo parlamentario.
La realidad, que es muy puñetera, se fue imponiendo poco a poco. Con cada intento de Pablo Casado de dibujarse como alternativa aparecía una salida de pata de banco de Álvarez de Toledo , que necesitaba exhibir su supremacía intelectual frente al aparente borreguismo que la rodeaba en el partido que la hizo diputada cuando ella se dedicaba a tuitear sobre los Reyes Magos de Carmena, escribir homilias faesianas en la prensa y pontificar en las ondas más cavernarias. En lo peor de la pandemia, Cayetana salió al rescate del Gobierno con aquel inefable «hijo de terrorista» que le calzó a Pablo Iglesias como rabieta tras ser tachada de «marquesa». Compréndanlo, los intelectuales también tienen corazoncito.
Las elecciones gallegas han sido una contundente lección para Casado. Las urnas no se conquistan solo con los tuyos, ni siquiera convenciendo a los que se hayan podido ir a Vox por los más diversos motivos. Estos van a acabar volviendo interpelados por un voto útil muy sencillo: la única oportunidad del centro-derecha en España pasa por el PP. Pero sí que se necesita obligatoriamente el voto del ciudadano más moderado, ese que bascula hacia PP y PSOE en función de la oferta de cada momento. Feijóo eso lo entendió desde el primer día. Casado ha tardado un poco. Parece estar reaccionando. Los maliciosos creemos que la caída de Álvarez de Toledo puede ser un cortafuegos ante las voces internas que puedan pedir la llegada a Génova de Feijóo tras unas elecciones catalanas que pintan mal y que serían el enésimo fracaso del presidente nacional del partido.
Una reflexión final. Los partidos políticos tienen un elemento básico de argamasa: la lealtad . Sin ella, serían comunidades de vecinos, como En Marea. Lealtad hacia unos principios, hacia un líder, hacia unas siglas. Si Feijóo discrepa de Casado, sabe hacerlo llegar internamente. Cayetana prefirió irse a la puerta del Congreso rodeada de periodistas y traicionar a quien le regaló la portavocía a cambio de eso, de un poquito de lealtad, ahora pisoteada. Quien te nombra tiene derecho a cesarte. Punto. En su marcha, Cayetana dio la razón a todos sus críticos, y confirmó lo acertado de su destitución. Resultó ser un duro falso en el bolsillo . Y Feijóo, desde su retiro veraniego, se colgó otra medalla de rebote. Sic transit gloria mundi .