José Luis Jiménez - PAZGUATO Y FINO

¿Cuándo quiere votar la oposición?

¿De qué elementos de juicio dispone la oposición para sostener que hay otras fechas mejores que julio?

José Luis Jiménez

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Feijóo se refirió este miércoles al enorme elefante que ocupaba el escenario político gallego y al que nadie quería referirse hasta el momento: la fecha de las elecciones autonómicas . No hay que ser analista político para interpretar que de sus palabras se desprende una clara predilección por votar en algún domingo de julio . Y la respuesta de la oposición ha sido también unánime: bajo ningún concepto. Para no plantear esta reflexión en una dicotomía entre buenos y malos, hagámoslo sobre elementos lo más objetivos posibles.

El escenario sanitario es cambiante porque así lo es el virus. Pero parece evidente —todas las autoridades sanitarias así lo constatan— que la actual ola de la pandemia está en retroceso, con tasas de infección bajas y con una circulación del Covid-19 muy limitada gracias al confinamiento y las restricciones entre territorios. Tres de los informes sanitarios conocidos ayer, firmados por profesionales sanitarios y no por políticos, coinciden en que esta seguridad puede mantenerse hasta probablemente mediados de julio, ya que posteriormente el levantamiento de las restricciones de movilidad puede aumentar la llegada de turistas de otras zonas y desencadenar en las siguientes semanas rebrotes de la enfermedad. Incluso, no se descarta que en otoño pueda producirse un nuevo pico de la pandemia .

El mecanismo electoral es todo menos flexible. La ley establece que desde la convocatoria hasta el domingo de autos deben transcurrir 54 días. Mes y medio largo en el que puede pasar de todo, desde que la ola siga descenciendo hasta que se produzca un inesperado rebrote a nivel estatal y el mando único del Gobierno decrete otro confinamiento forzoso y masivo de la población. Son riesgos que existen, como indica el informe de la Asesoría Jurídica de la Xunta, y que no pueden ignorarse. Es decir, no puede hacerse un proceso electoral exprés en veinte días aprovechando una previsión a cortísimo plazo de calma epidemiológica: los 54 días son intocables .

Y otro aspecto no menor. Aun con el Parlamento disuelto, la legislatura en Galicia no estaba rematada. Lo haría en octubre. La ley gallega establece que 25 días antes de que el mandato expire debe firmarse el decreto que convoca las elecciones. Esto es, una legislatura no se puede estirar como un chicle por antojo del presidente de turno, sino que hay garantías que fuerzan a poner las urnas cumplido el periodo de cuatro años. ¿Está dispuesta la oposición, si finalmente no se convocan las elecciones en julio, a arriesgarse a votar en septiembre u octubre, cuando un posible rebrote obligaría a anular el proceso y extender la interinidad del gobierno autonómico más allá de su mandato inicial? ¿Qué dirían de Feijóo y su gabinete si, por causas sanitarias, debe de continuarse de manera excepcionalísima en noviembre o diciembre? ¿Habría que votar entonces sí o sí, aunque la situación sanitaria lo desaconsejara? ¿Qué garantías adicionales se reclaman? ¿Una vacuna que no se espera hasta dentro de un año y medio, como pronto? ¿Un tratamiento que está en distintas fases experimentales?

El refranero habla de preferir lo malo conocido a lo bueno por conocer. No es cuestión de frivolizar con una crisis sanitaria como la que nos azota, pero si en julio hay un escenario esbozado de una cierta seguridad (porque el 100% de certeza es imposible con el actual virus, y más exigiendose esos 54 días de margen), ¿de qué elementos de juicio dispone la oposición para sostener que hay otras fechas mejores? ¿Cuándo quiere votar la izquierda? ¿Se entendería que el PSOE apoyara al PNV en el País Vasco si Urkullu convoca para julio y que aquí el PSdeG no lo hiciera? ¿O es que a Gonzalo Caballero le inquietan más las encuestas que le vuelven a pintar bastos frente a un BNG al alza?

La oposición se limita a rechazar julio por falta de garantías sanitarias. Sabe que Feijóo les va a escuchar, pero que no van a condicionar su postura para fijar la fecha. Es una estrategia premeditada para acusar al presidente de la Xunta de ignorar a los muertos con tal de sacar rédito electoral . Si la campaña de marzo se preveía a cara de perro, la que se anticipa en julio puede batir récords de inmundicia.

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