José Luis Jiménez - PAZGUATO Y FINO
Burgas hirvientes
La ciudad de As Burgas es ciertamente endemoniada, donde no hay una salida que no deje cadáveres en el arcén, sobre todo para los socios de gobierno
Visto lo que está pasando, es como si el diablo viviera en Orense (y no, no es el alcalde). Porque la situación de la ciudad de As Burgas es ciertamente endemoniada, donde no hay una salida que no deje cadáveres en el arcén, sobre todo para los socios de gobierno, DO y PP. Hay un pecado original, que fue pactar con Jácome y entregarle la alcaldía . ¿En qué momento se pensó que todo iría bien? Lo curioso es que la crisis no la desata la convivencia de populistas y conservadores, sino los odios sarracenos desatado dentro de Democracia Orensana, aderezados con el perejil de un regidor impulsivo, ciclotímico y, sobre todo, poco profesional y pragmático.
Cuando un conflicto se enquista de esta manera, hacer llamamientos a la generosidad cae en saco roto. Jácome no va a renunciar gustosamente ni en silencio. Los críticos, previsiblemente, van a ser expulsados del gobierno local porque su continuidad no tiene sentido si consideran que el alcalde puede ser un delincuente y exigen su dimisión. ¿Hay un punto intermedio en ambos extremos? Se antoja difícil ante el enroque ayer de Jácome: no tiene pensado irse. Que dimitan otros.
La papeleta le queda al PP de Orense, a nivel local, provincial y regional. Cada día que el esperpento orensano se prolonga, el socialista Rafael Villarino se acerca un poco más a la alcaldía . El PP no puede dejarse arrastrar por la vorágine autodestructiva del alcalde, porque va a pagarlo en las urnas dentro de tres años. Ojo si no acaba como el PP de Vigo, hecho escombros y muy lejos de volver a gobernar una ciudad que fue bastión conservador.
Así que igual ha llegado el momento de abandonar el tancredismo y hacer terapia de grupo. Si los que están no son capaces de ponerse de acuerdo, tendrán que irse todos (Jácome incluido) y reconducir la situación con caras nuevas para devolver a la ciudad a la normalidad, esa en la que un alcalde responde a los periodistas y no los llama mierda, los plenos no son un circo de tres pistas y la planificación de Orense no se hace a golpe de ocurrencia. La tercera ciudad de Galicia merece algo mejor que lo que tiene. Y hasta el diablo sabe que no es fácil.