EL GARABATO DEL TORREÓN
Indiscreción, género literario
Hay cierto grado de intromisión indecente en el hecho de exhibir, como mercancía de escaparate, cartas para un destinatario particular
Quizá por la indigencia creativa de nuestros escritores vivos, o tal vez por la seducción que el comadreo y las habladurías (cuanto más infamantes, mejor) ejercen sobre los lectores, el caso es que cada vez son más las editoriales que rellenan sus catálogos a base de intimidades hurtadas al resguardo de la privacidad. A falta de talento literario propio, vengan epistolarios ajenos. Y más aún si se considera que los tales no devengan derechos de autor, permitiendo con ello parafrasear lo que alguien dijo de la entrevista: un género periodístico que escribe uno y cobra otro.
En este año que acabamos de estrenar prepárense a tragar correspondencia privada exhumada a diestro y siniestro. Habrá para dar y tomar, ya lo verán. De la de Cela, que está de centenario, no hay quien nos libre. Y de la que quede todavía inédita de la de Valle, que está de sesquicentenario, idem de lienzo, aunque en este caso poco falta por desvelar, que ya sus descendientes se ocuparon de airear cuanta cuartilla particular del abuelo les vino a la mano.
Hay un cierto grado de intromisión indecente en el hecho de exhibir, como mercancía de escaparate, cartas pensadas y escritas para un destinatario particular, ya una novia, ya un amigo, ya un familiar, ya opinando sobre asunto doméstico, ya dando un sablazo, ya en petición de una recomendación. Ni siquiera el hecho de que revelen aspectos desconocidos u opiniones sorprendentes del remitente convierte su divulgación en menos obscena. Lo privado es privado siempre, y las confidencias que se depositan en una persona no son de usufructo público.
Estos días leí cartas cruzadas entre dos figuras sobresalientes de la cultura gallega, Ramón Piñeiro y Carballo Calero, cuidadosamente editadas, eso sí, que una cosa no quita la otra. Queda claro en ellas la perezosa (sería demasiado decir desdeñosa) actitud de Luis Pimentel hacia el gallego y las duras críticas que tal disposición merece a Carballo. ¿Es eso una clave para la interpretación y valoración de la poesía pimenteliana o más bien pertenece a la esfera de lo privado? ¿Hablamos de literatura o de chismorreo? Que cada cual responda con la sinceridad que le dicte su conciencia.