Los «indignados» del santuario de Muxía
Antropólogas del CSIC analizan el malestar vecinal por el resultado de la restauración del templo de A Barca
Dos años después de que un rayo quemara el santuario de Muxía por Navidad, más de un vecino de esta localidad gallega de la Costa da Morte se queda con ganas de prender fuego al templo, descontento con su restauración . El pasado marzo, en la jornada en que se firmaba el documento de finalización de la obra, los lugareños acudieron a esta iglesia barroca dedicada a la Virxe da Barca para protestar por el resultado de una rehabilitación con la que no están de acuerdo. Ahora, dos antropólogas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) analizan el conflicto entre la administración, la Iglesia y las arquitectas con los fieles y proponen fórmulas de mediación patrimonial para que no vuelva a ocurrir.
«Nos pareció de máximo interés cómo las personas se movilizaron en una reivindicación en torno al patrimonio. Ponían en cuestión los criterios técnicos y criticaban los resultados en una "performance" que tenía elementos propios de las marchas de los indignados y movimientos ciudadanos como el 15-M y que se desarrolló en el interior del santuario que tanto amaban», reflexionan las investigadoras Guadalupe Jiménez-Esquinas y Cristina Sánchez-Carretero , del Instituto de Ciencias del Patrimonio ( Incipit ).
Su análisis no valora si la obra se ejecutó de la manera en que se debía, sino que aborda la reacción de los feligreses al contemplar una reforma de la que se sintieron excluidos . El templo se encuentra junto a la Pedra de Abalar, una roca rodeada de leyendas y origen de Muxía. Ambos elementos fueron destrozados en los temporales del invierno de 2013 y un estudio entre sus habitantes los sitúa como el patrimonio que jamás querrían perder . Aquellos sucesos se sintieron «por el pueblo como una auténtica desgracia».
Los muxianos reprocharon aspectos técnicos como las maderas y materiales elegidos, supuestas deficiencias en remates de puertas y la humedad de los muro s o rasgos como la tarima de la sacristía y la falta del retablo del altar mayor, calcinado y pendiente aún de cómo ser sustituido. «Lo que estaba en ese momento cuestionándose no era solo el criterio estético, sino la opacidad en la toma de decisiones. [...] La vecindad reclamaba formar parte del proceso en un elemento que está íntimamente relacionado con la vida de la gente. Que no se les tratase solo como receptores pasivos de una obra terminada a medias», escriben las antropólogas tras realizar un estudio de campo en el municipio coruñés. Incluso el cura se sumó a las quejas pese a tratarse de una restauración dirigida desde la Archidiócesis de Santiago : compartía la idea de que se dio la espalda a los parroquianos y se había ignorado la ubicación y e identidad de este santuario.
Para Jiménez-Esquinas y Sánchez-Carretero, «este conflicto es una evidencia más de las fracturas existentes entre las políticas patrimoniales institucionales y aquello que la gente entiende que es valioso. Y en este caso concreto, qué criterios deben respetarse durante su rehabilitación para que aquel lugar continúe siendo parte de su patrimonio », indican las autoras.
«Críticas sexistas y clasistas»
«Esta es una evidencia más de la fractura entre las políticas patrimoniales institucionales y lo que la gente cree valioso»
En los días posteriores a las protestas, ambas recogieron sobre el terreno y en internet comentarios hacia sus habitantes , «tratados como ignorantes y cegados por la beatería, aludiendo a las usuarias de la iglesia que salieron en los medios de comunicación. Las críticas contenían una gran carga sexista y clasista, retratando a la población de Muxía como rural, femenina, vieja y, por tanto, desconocedora de los criterios para la gestión del patrimonio cultural. Un lugar poblado de octogenarias que no saben qué es Ikea y capaces, en su irracionalidad, de amenazar con prender fuego al mobiliario», resume el artículo publicado [en pdf] en la revista del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico y financiado por la Comisión Europea.
Las arquitectas responsables de la restauración , que se ciñeron a lo planificado en el proyecto que ganaron en concurso público , reconocieron en su momento que esta polémica derivó de un fallo de comunicación , pues «la gente creyó que iba a entrar en el templo y lo iba a encontrar como estaba».
El diagnóstico coincide con el de las antropólogas del Incipit, que dan soluciones para que no se repitan enfrentamientos como este ni en Muxía (donde la reforma tardará aún varios años en concluir hasta que se sequen por completo los muros) ni en otros escenarios similares. Dado que los vecinos reclamaban poder implicarse en las decisiones, el informe concluye que «este es un caso que evidencia la necesidad de una figura mediadora que acerque a las partes, facilitando la comunicación y la comprensión mutua entre actores sociales e institucionales con unas ontologías patrimoniales distintas».
> Lee el artículo completo de las antropólogas del CSIC, en pdf