La ilusión

En la vida es esencial el entusiasmo con el que se hacen las cosas. Nada mejor que levantarse cada día con ilusión, creyendo en lo que uno hace y contagiando alegría a los demás. Dicen que el punto de genialidad en la gastronomía lo pone el cariño con el que el cocinero elabora un plato, y tengan por seguro que lo mismo ocurre en el ámbito político. No va a ningún lugar el líder que carece de motivación y arrastra los pies por los pasillos. El capítulo primero de los manuales electorales debería decir que quien no sale al campo a ganar pierde por goleada.

Toda esta disertación viene a cuento de la situación por la que atraviesa el PSdeG; de luto por Besteiro y sin saber reaccionar a la amenaza de las Mareas, que pueden dar el sorpasso no por mérito propio, sino por incompetencia del resto de la izquierda.

Duele ver como ganan peso los que nunca han aportado nada a la casa común socialista —las carmelas y los abeles— mientras el resto busca sin demasiada ilusión un candidato de transición, que encaje el golpe y sea dócil a la hora de dejar paso a otra generación a la que le toque recuperar el terreno perdido.

Cualquiera diría que es un panorama sombrío, pero es probable que lo que les cause más desazón no sea la posibilidad de un castañazo electoral sino tener que formar un gobierno pentapartito si el PP pierde la mayoría absoluta. Deprime a cualquiera pensar en el dolor de cabeza y en las úlceras que les puede provocar sentarse a gobernar con el Bloque, Anova, Podemos y Ciudadanos. Si ya fue doloroso el bipartito de Touriño imagínense ahora si lo que les toca es la vicepresidencia.

Siempre les quedaría, pensarán, la solución que están aplicando en el ámbito municipal. Apoyar a las Mareas en la investidura y después decir que el de Podemos es el peor gobierno autonómico de la historia. ¿Qué tal centrar el discurso y dirigirse al electorado moderado? Ni se lo plantean. No es tendencia en Twitter.