Luis Ojea - CUADERNO DE VIAJE
Hora de madurar
A En Marea le llegará hoy el momento de enfrentarse a la pregunda de qué quiere ser de mayor
A toda organización política le llega el momento crítico en el que debe enfrentarse a la pregunta de qué quiere ser de mayor. A En Marea la ocasión le llegará hoy cuando en su asamblea decidan si le ceden definitivamente las riendas a Luís Villares para liderar el rupturismo o le buscan un contrapeso que mantenga el statu quo entre el tripartito y los profetas locales. Esto es, si aspiran a ser un partido político o prefieren seguir siendo un conglomerado de cacicatos y reinos de taifas . Por más que lo revistan de eufemismos, la bizantina discusión sobre si es más progre una dirección horizontal o vertical esconde en realidad la disyuntiva entre mantener el actual reparto feudal de poder entre los distintos druidas de la coalición o cederlo a un tercero para tratar de frenar sus constantes batallitas de ego y construir algo parecido a un discurso homogéneo.
La cuestión clave es si asumen que ha llegado la hora de madurar o deciden mantenerse instalados perpetuamente en lo que Dan Kiley definió en los ochenta como «síndrome de Peter Pan» . Un tipo de perfil que abunda en el populismo y al que le da vértigo que la organización pueda depurar los múltiples sofismas en torno a los que articula su argumentario y que pueda llegar a desarrollar un nuevo relato que haga todavía más evidentes su simpleza y sectarismo. Ese tipo de lumbreras que se sienten realizados exhibiendo su ignorancia en las redes sociales serán, junto a los militantes de los viejos partidos de la confluencia que creen llegado el momento de entonar un «qué hay de lo mío», la tropa con la que los Ferreiro y las Solla darán la batalla en el cónclave en su operación para frenar a Villares. No porque el portavoz parlamentario vaya a desviarse del dogma, sino para mantener intacta su porción del botín. Les da pavor que alguien pueda hacerles sombra y llegue un día a cuestionar sus gansadas o el reparto de cuotas por siglas.
Porque para ellos hablar de «nueva política» se reduce a disfrazar con una neolengua orwelliana los viejos amaños de los partidos convencionales , muy al estilo teorizado por el Tancredi de Lampedusa, cambiándolo todo —pura impostura— para que todo siga como está. Porque a este tipo de personajillos les va bien con este rupturismo roto, desquiciado y basado en vacuidades estériles.