Alberto Varela - Crónicas Atlánticas

Un hombre inteligente

Si los que siguen a Beiras tuvieran un par de lecturas más verían que lo suyo es todo humo

Que no me venga nadie con el cuento ese de la enorme talla intelectual de Xosé Manuel Beiras porque no cuela. Citar autores de izquierdas, dar manotazos, menear la cabeza al hablar y repetir que estamos colonizados sólo lo define como un profesor de universidad que se ha metido a político, nada más.

Si uno se fija bien verá que como el líder de Anova los hay a patadas por el mundo adelante, en cada reunión de universitarios uno, ataviado con pañuelo palestino, hablando con tono arrogante y perdonando la vida a los que no conocen las teorías políticas que ha leído la tarde antes. Cuando los veas —también suelen llevar un ensayo de Foucault o Le Monde Diplomatique bajo el brazo— recuerda que Beiras Torrado fue un precursor.

Su condición acomodada en los tiempos de la Galicia desarrollista le permitió llegar antes que nadie a ese mundo. Si los que le siguen como ovejas tuviesen un par de lecturas más se darían cuenta de que es todo humo, fuegos de artificio, le gusta oírse y que lo oigan, y cuando no lo consigue patalea como un niño mimado. Sus berrinches recuerdan a los de Donald Trump y estoy seguro de que si el aspirante a líder republicano descubriese lo del zapato en la mano se lo compraría inmediatamente a Beiras. Uno derechista intolerante y otro de izquierda radical, pero la misma esencia arrogante y ausente de empatía.

Dónde habrán quedado aquellos viajes a Porto Alegre a proclamar que otro mundo —el de Lula da Silva— era posible. Ahora Beiras prefiere a Varoufakis que a Tsipras y en cuanto surja otro iluminado con ideas de ultraizquierda se apuntará también. Hasta que fracase.

Sus aspavientos seducen a una parte de la juventud, dada por naturaleza a la rebeldía, pero por fortuna en cuanto maduran la mayoría descubren que la política es otra cosa: solucionar problemas y no ocasionarlos. Cerrar brechas en la sociedad y no hacerlas más profundas. Desconfíen de un político que cree que los que no piensan como él están alienados. Ser inteligente es otra cosa bien distinta.

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