Agustín Hernández

Un gobierno a la deriva

Compostela Aberta no gestiona ni soluciona. En lugar de marcarse objetivos, paraliza iniciativas

Asistimos desde los límites de la oposición a dos años de constantes despropósitos que confirman una etapa de desgobierno y de ausencia absoluta de proyecto. Dos años que bastan —y sobran— para despejar todas las sospechas: Santiago ha dejado de ser una ciudad puntera y con rumbo para convertirse en una nave sin timón ni capitán que navega sola a la deriva. Una ciudad que se apaga como una vela por la desidia y dejadez de un alcalde que no gobierna ni quiere gobernar. Un alcalde que no ejerce de alcalde.

Compostela Aberta es hoy Compostela Ausente, despreocupada por resolver los problemas del día a día y ocupada en buscar excusas y pretextos para lo que no le apetece hacer. No gestiona ni soluciona. En lugar de marcarse unos objetivos va de ocurrencia en ocurrencia, paraliza iniciativas y proyectos en marcha con lo que va minando la esperanza –y también la ilusión— de una gran mayoría de santiagueses. Dos años es tiempo suficiente para poner en práctica los cimientos de un proyecto, pero seguimos sin noticias de él. Es un gobierno que no sabe a dónde va. Y esa falta de dirección es lo que provoca que la ciudad empiece a notar ya el frenazo a su progreso.

Es el gobierno de las carencias: carece de un plan para la ciudad; carece de programa cultural; carece de estrategia turística; carece de iniciativa en el ámbito deportivo; carece de interés por generar grandes eventos. En cambio, abusa del postureo y de la política del «hacer que hago» cuando en realidad no hace nada.

La nueva política, que venía a «cambiarlo todo», está ahogando a una ciudad que avanzaba con un rumbo definido. ¿Qué tenemos hoy, al cabo de dos años? Nada. Porque se dedica a lastrar proyectos claves como la intermodal o la nueva depuradora; a mantener anclados el Plan Estratégico de Turismo o el Plan Especial del Casco Histórico; a dejar al pairo la construcción de un aparcamiento en la zona del Ensanche o a borrar del mapa la renovación de la flota de autobuses.

Es difícil gobernar con acierto cuando son los presupuestos ideológicos los que rigen la asignación de los presupuestos públicos y cuando la planificación cede a la improvisación y la desidia. Por eso, llegados al ecuador del mandato es el momento de poner encima de la mesa no lo —poco— que se hizo, sino lo —mucho— que queda por hacer. Es por eso que hace unos días solicitamos la convocatoria de un pleno extraordinario para abordar, desde la responsabilidad que nos ocupa como servidores públicos, las actuaciones más urgentes a abordar en los dos próximos años, con las directrices a seguir y con plazos concretos a cumplir. Es crucial poner en marcha un plan plurianual de acondicionamiento de las vías municipales, avanzar en el saneamiento del río Sar y Sarela, mejorar la movilidad, desarrollar un Plan Estratégico del Comercio y que el compromiso con las personas más desfavorecidas y los mayores deje de ser un eslogan y se convierta en una realidad.

Proponemos una hoja de ruta para rescatar la ciudad, para corregir el rumbo. Luego de nada servirá arrepentirnos de lo pasado. Porque cuando se mira siempre hacia atrás es imposible anticipar el futuro.

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