Luis Ojea - Cuaderno de viaje
El fracaso del sectarismo
El reloj corre y Fernán Vello sigue sin dimitir. Si fuese un tipo de derechas ya habría sido lapidado
Tictac. El reloj corre y Fernán Vello sigue sin dimitir. Si fuese un tipo de derechas ya habría sido lapidado, pero el presunto escritor va de progre y se ve que eso da impunidad para ir insultando a la mitad de la sociedad. Es vergonzoso que no haya renunciado a su acta como diputado, pero resulta aún más indecente que nadie de su partido se lo haya pedido. A ver si al final este pobre indigente intelectual solo verbalizó lo que piensa buena parte de la pandilla populista.
En este tipo de actitudes se encuentra una de las explicaciones del fracaso de En Marea: su absoluta desconexión de la sociedad. Desde el pedestal de su pretendida superioridad moral son incapaces de entender cómo es esta comunidad y qué inquietudes mueven a sus ciudadanos. Por eso el domingo, tras constatarse la inapelable victoria de Feijoo, un portavoz mareante salió a decir que Galicia había demostrado «hambre de cambio». Surrealista, pero lógico. Encerrados en su torre de marfil, viven fuera de la realidad y desprecian a todo aquel que no piense como ellos. Muchos de los profetas mareantes van por la vida rezumando odio y el sectarismo no ganó nunca elecciones en Galicia. No es casual que uno de cada tres ciudadanos que escogió la papeleta de la confluencia en las generales de diciembre se ha bajado ya de ese tren.
La resaca electoral que se anuncia en el populismo es de las complicadas. Nada garantiza que el invento no acabe implosionando en alguno de sus frecuentes episodios de convulsión. La simple gestión del grupo parlamentario ya será una odisea. Si ni siquiera se dirigen la palabra entre algunos de ellos. Los espectáculos de AGE pueden acabar siendo una broma en comparación con los líos que monten en esta legislatura. Además, entre terremoto y terremoto, queda por ver también si Villares es capaz de asentarse en la vida política y construir un discurso más allá de los tópicos rancios que exhibió en campaña. Y no será fácil si no logra sacudirse toda la caspa que lo rodea.