Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN
Un final muy desafinado
La Banda de Música de Lugo da sus últimas boqueadas en un escenario de broncas, reproches y malas maneras
Incapaz de superar la situación agónica que viene arrastrando desde hace demasiado tiempo, la Banda de Música de Lugo (siglo y medio la contemplan), de titularidad municipal con matices, se despide del respetable público entre desafinados estertores. Con una plantilla rebajada a niveles de murga, sin estímulos artísticos ni profesionales y carente de dirección, la agrupación da sus últimas boqueadas en un escenario de broncas, reproches y malas maneras.
Mientras la autoridad municipal (ya la alcaldesa, ya la inefable concejala de Cultura) o el correspondiente chupatintas funcionarial disputan acerca de la responsabilidad que les incumbe en el naufragio, los músicos se lían a empellones e improperios, según consta en el expediente informativo incoado en las covachuelas de la Casa Consistorial y, por supuesto, filtrado intencionadamente a los periódicos. Al parecer, las aspiraciones (económicas, obviamente, no artísticas) que suscita la vacante de la plaza de director explica el nerviosismo de unos y otros.
La banda lleva años bajo mínimos. En su larga trayectoria, iniciada en el último tercio del XIX, gracias a la altruísta tenacidad de Juan Montes y alentada por el patronato presidido por Gallego Capafóns , la agrupación tuvo sus silencios y sus pausas. El gran alcalde López Pérez la disolvió temporalmente, no buscando su defunción sino, al contrario, su resurgimiento con nueva pujanza. Y lo consiguió. La situación actual es completamente distinta. Los tiempos son otros; y con los tiempos, las aficiones y (también hay que decirlo) las exigencias presupuestarias de los ayuntamientos. De modo que aquí no se demanda que las partidas sociales sean sacrificadas en favor de las ornamentales. Nada de eso. Se pide, solamente, un poco de dignidad en la despedida y cierta urbanidad en las formas . Con eso nos conformamos.