Fernando Méndez - CUARTO SINGUANTE

Sí hay fronteras

Galicia lleva más de cuarenta años siendo un ejemplo de solidaridad. Si las sanciones económicas no lo remedian, Ucrania se sumará a la lista de países, junto con Laos, los territorios de la extinta Yugoslavia, Siria y amplias zonas geográficas de América y África, cuyos refugiados han sido acogidos por los gallegos en diferentes etapas. Y siempre por el mismo motivo: la guerra.

La parte más débil de un conflicto bélico son las personas. Nada dicen los manuales sobre cómo deben huir los ciudadanos para ponerse a salvo : ¿en coche o a pie arrastrando maletas, o quizás con los bebés en brazos hasta que las fuerzas te venzan? ¿Acaso el éxodo de las ciudades debe acometerse gradualmente o es preferible colapsar las autovías creando un ‘efecto enjambre’ que evite un bombardeo indiscriminado?

Los señores de la guerra nada dicen al respecto. Esas cosas no importan. Y así vemos estos días en Kiev y en muchas poblaciones ucranianas que el pánico se ha instalado pronto, demasiado pronto, en los rostros de sus gentes, y personas que hasta hace unos días iban al teatro o tomaban un café en una terraza se han convertido de la noche a la mañana en refugiados que no tardarán en alcanzar Polonia, Alemania… y muchos de ellos España. ¡Qué abrupta manera de pasar del ayer al mañana!

Si alguien hubiese estado un par de años de vacaciones fuera de la Tierra y aterrizase hoy por aquí no daría crédito a lo que ve: no nos ha bastado una pandemia con sus millones de muertos y sus pérdidas económicas para que ahora, a las puertas de la normalidad social, nos pongamos el antídoto de una guerra de incalculables consecuencias.

Pero nosotros, en Galicia, seguiremos igual de solidarios . Haremos pocas preguntas y ofreceremos a quien venga la hospitalidad que nos caracteriza, quizás porque esa es la manera que tenemos de agradecerle al mundo lo mucho que nos ha dado cuando hemos tenido que emigrar poniendo tierra y océanos de por medio para salir adelante.

‘Non hai fronteiras’, cantan las Tanxugueiras, y qué razón tienen cuando se refieren a la cultura y a la solidaridad entre los pueblos. Sin embargo, el fanatismo —ese sentimiento egoísta por antonomasia— no merece más que un destierro tan lejano y apartado que ni siquiera la memoria sea capaz de regresarlo. Por Ucrania, por todos.

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