Fernando Méndez - Cuarto singuante
Benditos suspensos
Para los que aprueben, casi valdrá lo mismo un 6 que un 8, con lo que la calificación adquiere carácter ‘universal’
Resulta que pasar de curso con todo suspenso tiene disculpa. Eso dice la nueva ley de educación. Y para los que aprueben, casi valdrá lo mismo sacar un 6 que un 8, con lo que la calificación adquiere así carácter ‘universal’, más que nada, para igualar esfuerzos.
Afortunadamente, hace mucho que la letra ya no entra con sangre y que en el rural gallego los niños no son castigados en las escuelas por no hablar bien el castellano (de aquellas, en la posguerra, lo hacían en su lengua vernácula, la cual utilizaban para explicarle a la vida que no querían morirse de hambre). Todas esas cosas ocurrieron hace mucho tiempo, sí. En la prehistoria, diríamos. Sin embargo, muchas de aquellas personas aún viven y recuerdan con qué orgullo se llevaron a la emigración su acento y su lengua y también esa capacidad de sacrificio que nos hace únicos, la que nos permitió salir adelante como pocos pueblos del mundo. «¡Vivamos como galegos!», que dice el anuncio.
Sí, vivamos como galegos, pero defendamos el mérito y el esfuerzo, y no esa especie de condescendencia educativa con la que quieren hacernos comulgar a alumnos, padres y profesores para convencernos de que la igualdad en la enseñanza solo emana de una ley y de sus puntuales ocurrencias.
Y mientras tanto digamos: matemáticas, sí, filosofía, no; ética, sí, religión, no; ciencias, ok, letras, algo menos… Por un lado, denostamos la competitividad y por otro promovemos enfrentamientos entre asignaturas curriculares sin darnos cuenta de que, así, lo único que logramos es estigmatizar a muchas profesiones para el futuro: ¿A dónde va un filósofo? ¿Qué pintamos estudiando música o Bellas Artes? ¿Acaso alguien sabe para qué sirve un pedagogo, las declinaciones del latín o una raíz cuadrada...?
Eso sí: corrección. Que no falte el respeto. Y menos a un profesor, proclamamos. Así podremos alcanzar en esta nueva realidad educativa una atmósfera de sabiduría, concordia y afán de conocimiento que nos permitirá construir mujeres y hombres dignos de llamarse ‘seres humanos’ (aunque anden escasos de humanismo).
Por eso, pasemos de una vez el mal trago y avancemos curso a curso sin despeinarnos, que allá nos espera una vida laboral con nuestras reservas de esfuerzo intactas. No hay nada mejor para afrontar las adversidades. Qué felices seremos. Qué bien nos irá… Y cuánto tendremos que agradecerles a los benditos suspensos.