Feijóo, año IX

Nueve años desde que accedió a la Xunta por vez primera, doce meses desde las últimas elecciones que supusieron su tercera victoria electoral. Y sin duda, este tiempo vivido desde el 25-S ha sido el más plácido de cuantos ha disfrutado Alberto Núñez Feijóo como presidente del gobierno gallego . Una suerte de periodo casi estival donde compaginar la paternidad con el ¿reconfortante? espectáculo de una oposición instalada en sus particulares cainismos, navajazo va, filtración viene . Porque si algo ha contribuido a este año casi sabático de Feijóo ha sido el desastre de izquierda que puebla el Parlamento gallego.

Ahí tienen a una Marea que alcanzó la histórica primacía en la oposición para, cinco minutos más tarde, emprender la operación de acoso y derribo a su candidato , Luís Villares, el único juez conocido que pide saltarse las leyes y las resoluciones de los tribunales. Llevan un año enredados en si el formato de la Marea es el adecuado o hay que refundar porque no se siguen los preceptos que marcan los alcaldes del cambio a peor. Descuiden, que va para largo.

El guerracivilismo socialista parece tener los días contados, a la vista de que estamos a tiro de piedra del congreso llamado a ser el definitivo. En función del resultado, sabremos si enterrarán las armas o, por el contrario, las afilarán para ajustar cuentas más adelante.

Y luego está el BNG, que ha inventado una máquina del tiempo para traer a la Galicia de 2017 grandes problemas sin resolver: el franquismo, la AP-9, el concierto económico y un estatuto nuevo . Si echan en falta alguna cuestión capital, apunten también el debate soberanista que tanto preocupa a los gallegos.

Con este panorama, a Feijóo le ha sobrado tiempo incluso para empeñar —innecesariamente— su crédito en el pulso con Fomento por la autopista, zanjar el ruido de Ferroatlántica y recuperar capacidad de gasto en el Presupuesto. Y así pasó el primer año de la legislatura.