GALICIA
La familia de Déborah Fernández pide la exhumación de su cuerpo 20 años después de su muerte
Un informe forense confirma que el fallecimiento se produjo por una anoxia, y no da cabida a la posibilidad de una muerte natural
Déborah Fernández murió porque alguien obstruyó sus orificios respiratorios mientras, con bastante probabilidad, comprimía su tórax. Este es el resultado de una autopsia a cargo de un reputado forense con la que la familia de la joven fallecida en Vigo en 2002 trata de resolver un caso plagado de enigmas y dudas sin despejar, a punto de que se cumplan 20 años de su desaparición. La lucha de los Fernández por depurar responsabilidades y cerrar el capítulo de la pérdida de Déborah se intensificó en los últimos tiempos con el descubrimiendo de varios errores de bulto en la investigación del caso , que impidieron la resolución pese al tiempo transcurrido.
Así lo denunciaron los abogados de la familia el pasado mes de julio cuando en una impactante rueda de prensa aseguraron que la instrucción estaba plagada de negligencias y «contradicciones» en los testimonios de las personas llamadas a declarar después de pasar la instrucción por las manos de hasta siete jueces y tres fiscales distintos. En esta comparecencia también críticaron duramente un informe de la autopsia que dejaba la puerta abierta a una muerte natural, algo que ahora queda totalmente descartado.
El informe forense presentado esta semana por la familia, y por el que piden la exhumación del cuerpo, determina «con una certeza moral, matemática y jurídica» que « estamos ante una muerte violenta de etiología médico-legal homicida por anoxia anóxica (cuando se reduce la cantidad de oxígeno que llega a los tejidos)», explica la familia sobre este importante avance en la investigación. Dicho informe excluye que la causa de la muerte haya sido por muerte súbita y explica que existían en el cuerpo de Déborah diferentes lesiones traumáticas vitales , lo que denota que se defendió de la agresión que estaba sufriendo y que acabó con su vida. «Estoy indignada. La policía nos ha hecho creer durante 18 años que mi hermana se murió de muerte natural alegando que no tenía señales de defensa...», lamenta la hermana de Déborah.
La familia reprocha a los encargados del caso que durante muchos años se ha utilizado la disculpa de la «muerte súbita» para que o bien no se investigara con rigor, o bien no se adoptaran medidas solicitadas por la Policía a jueces y fiscales. Y de ahí que ahora soliciten la exhumación del cadáver con una finalidad manifiesta: que su cuerpo se pueda examinar en busca del ADN del culpable de su muerte. En el centro de la polémica ha estado siempre la expareja de la fallecida, eterno sospechoso que nunca llegó a ser detenido. Según los abogados de la familia explicaron ni siquiera compareció en el juzgado pese a ser llamado como testigo al coincidir la fecha con un viaje laboral a Argentina. Tras esa citación fallida, no fue llamado de nuevo . Además, el coche del exnovio de la joven asesinada fue registrado por un agente policial, al que los letrados también piden interrogar, al desprender el vehículo un olor nauseabundo en la zona del maletero. El policía dio por buena la versión del chico de que había dejado olvidada una caja de langostinos, y la zona no se revisó en profundidad .
Cuando el cuerpo de Déborah fue recuperado de la cuneta a la que la arrojaron tras varios depositada en un lugar «frío y oscuro», la Policía halló restos de semen en su zona genital y en un preservativo tirado en el suelo pero desde el principio descartaron la hipótesis de una agresión sexual. Los investigadores se inclinaron por considerarlo parte de un montaje plagado de pistas falsas para desorientarlos. Déborah desapareció en abril de 2002 mientras hacía ejercicio cerca de la playa de Samil. Tenía 22 años . A la angustia por la desaparición se unió el dolor cuando, diez días más tarde, su cuerpo apareció en una cuneta de O Rosal, a unos 40 kilómetros del lugar donde fue vista por última vez. Estaba desnuda, con el cuerpo estratégicamente cubierto por hojas secas. Y su asesino sigue libre.