Juan Soto - El Garabato del Torreón

Una familia mal avenida

Teníamos entendido que, antes de todo, un partido es un instrumento al servicio de un objetivo político

Incluso para quienes nos adherimos al principio de que, en España y en la hora presente, a la profesión política se apunta lo peor de cada casa nos deja turulatos la noticia de que el último almuerzo/mitin del PP de Lugo con sus seguidores, afiliados, asistentes y asociaciones vecinales afines se clausuró con una afligida queja del presidente de la asamblea local, Jaime Castiñeira, contra las «traizóns» de ciertos compañeros, incondicionales, por lo visto, de la nueva presidenta provincial, Elena Candia, y poco complacientes con el atribulado. Por lo visto, el señor Castiñeira se considera perjudicado en beneficio de otros aspirantes a sustituirle en sus funciones de imperecedero pretendiente a la alcaldía de Lugo, propósito en el que lleva empeñado desde hace varios quinquenios.

Pero la resistencia del señor Castiñeira a ser sustituido en la candidatura municipal y, seguramente, en la de los ya inmediatos comicios autonómicos, no justifica la línea que parece haber adoptado la nueva ejecutiva provincial, guiada, al menos en estos primeros meses, por el viejo principio del «quítate tú para ponerme yo». Porque hasta ahora, visto lo visto y oído lo oído, de lo que se trata es de evitar a toda costa aquello que los felipistas de los felices años de Suresnes llamaron «renovación activa» y conformarse con una «renovación nominal».

El PP —ya sea el de Candia, ya el de Barreiro— tiene un serio problema que arrastra de antiguo: carece de proyecto. Y de ahí que no sepa vencer las dificultades para lograr que su mensaje cale en la sociedad, en muchos de cuyos sectores (los jóvenes, las gentes de la cultura, por ejemplo) encuentra no solo resistencia sino rechazo enérgico. En el almuerzo/mitin de la discordia, la presidenta provincial afirmó que el PP lucense era una «familia». ¿Una familia a la siciliana, quiso decir? En todo caso, teníamos entendido que un partido es, antes que otra cosa, un instrumento al servicio de un objetivo político. Eso se explica en los más elementales manuales, queridos niños. Si se ignora lo básico, es lógico que la estrategia de «la familia» se limite al aturdimiento táctico del salto de mata. Y ahí se quede.

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