José Luis Jiménez - Pazguato y Fino

Faltan cartas

En los SMS no hay nada trascendente ni para el plano político ni, mucho menos, para el penal

En la denuncia contra Manuel Baltar se corre el riesgo de caer en lo políticamente incorrecto, sobre todo si de manera torticera se sazona el tema con acusaciones de violencia machista, una lacra demasiado trascendente como para usarla con irresponsabilidad y bajo intereses partidarios. Para formarse una opinión justa, lo que hay es que valorar los hechos tal y como están expuestos, sin añadidos. Hechos, sin más. Y lo que hay es una denuncia de parte, dos SMS más de alcoba que de acoso, y conversaciones grabadas por la denunciante tejidas con formato de trampa para hacer caer en ella a su interlocutor.

En los SMS no hay nada trascendente ni para el plano político ni, mucho menos, para el penal. Nada. En las conversaciones, todo lo más que puede interpretarse es que Baltar habría dicho que cambiaría los procesos de selección para la contratación de personal en la Diputación. Pero es eso, un mero decir, porque la denunciante no fue contratada, y de ahí que todo este embrollo haya trascendido. Y quizás una evanescente referencia a promesas que no se detallan en los audios.

Si hay más presuntas evidencias o pruebas de comportamientos irregulares o ilegales, están tardando en salir a la luz pública. Y las valoraremos. Si, por el contrario, lo que hay son confidencias privadas, nulo interés: ese es un terreno de la moral donde quien esté libre de culpa, que tire la bíblica primera piedra.

Ahora llegan las preguntas incorrectas. En esta denuncia, ¿hay mala conciencia o despecho? ¿Se busca remar con el viento a favor porque manchar a un político sale barato y si se apellida Baltar todavía más? Si ese empleo supuestamente prometido se hubiera concedido, ¿habríamos sabido de esta denuncia? Ya saben la respuesta.

La denuncia está en manos del fiscal, que ha llamado a la denunciante para ver qué pruebas tiene, más allá de su testimonio —de cuya validez habrá de responder nuestra Justicia—. No parece el momento para adoptar ninguna resolución en el plano político en este instante procesal, que no es sino el mismísimo punto cero. Feijóo ayer se mostró claro al respecto, aunque un tanto confuso en el orden de su atinada respuesta parlamentaria.

Cuestión aparte es que la gestión del estruendo mediático haya sido muy mejorable por parte de Baltar. Su parquedad de explicaciones y el pleno fantasma han permitido a la oposición construir el mantra de que «algo hay cuando calla». Es la misma oposición que ayer se rasgó las vestiduras y llamó a Feijóo cómplice de violencia de género, una acusación mezquina por gratuita y desnortada. Ni en precampaña es de recibo.

Como opinión pública, también nos toca hacer análisis de conciencia. ¿No hemos aprendido nada de las lapidaciones precipitadas de Paula Prado, los siete concejales de Santiago o José Manuel Rey Varela? Todos fueron señalados y posteriormente sus causas se archivaron. Pero el calvario pasado quedó para ellos. ¿Repetimos?

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